Como suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida




Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida 5
Prefacio 6
Nueve Sugerencias sobre la Manera de Obtener el Máximo Provecho de
este Libro 10
En Síntesis 13
Primera Parte - Datos Fundamentales que debe saber Acerca de la
Preocupación 14
I - Viva en "Compartimientos Estancos” 14
II - Una Formula Mágica para Resolver Situaciones de Preocupación 23
III - El Daño que la Preocupacion Puede Hacernos 29
Segunda Parte - Técnicas Básicas para el Análisis de la Preocupación 39
I - Como Analizar y Resolver los Problemas de Preocupación 39
II - Como Eliminar el Cincuenta por Ciento de Nuestras Preocupaciones
de Negocios 46
Tercera Parte - Cómo Acabar con el Hábito de la Preocupación antes
de que él Acabe con Nosotros 51
I - Como Expulsar la Preocupación de su Mente 51
II - No nos Dejemos Vencer por las Sabandijas 59
III - Una Ley que Pone Fuera de la Ley a Muchas de Nuestras
Preocupaciones 65
IV - Cooperemos con lo Inevitable 71
V - Demos una Orden de "Tope de Perdida" para Nuestras
Preocupaciones 79
VI - No Tratemos de Aserrar el Aserrín 85
Cuarta Parte - Siete Maneras de Cultivar una Actitud Mental que nos
Procurará Paz y Felicidad 91
I - Ocho Palabras que Pueden Transformar su Vida 91
II - El Elevado Costo de Pagar con la Misma Moneda 102
III - Si Usted hace esto, Nunca le Preocupara la Ingratitud 109
IV - ¿Aceptaría Usted un Millón de Dolares por lo que Tiene? 115
V - Encuéntrate y se tu Mismo; Recuerda que no hay Nadie en el
Mundo Como Tu 121
VI - Si Tiene Usted un Limón, Haga una Limonada 127
VII - Como Curarse de la Melancolía en Catorce Días 134
Quinta Parte - El Modo Perfecto de Suprimir las Preocupaciones 146
I - Como mis Padres Suprimieron las Preocupaciones 146
Sexta Parte - Cómo se Evita que las Críticas nos Preocupen 162
I - Recordemos que Nadie Patea a un Perro Muerto 162
II - Hagamos Esto y la Critica no Podra Afectarnos 165
III - Tonterías que he Cometido 169
Séptima Parte - Seis Maneras de Impedir la Fatiga y la Preocupación
y de Conservar la Energía y el Ánimo 174
3
I - Como Añadir una Hora Diaria a Nuestra Vida Activa 174
II - Que es lo que nos Cansa y que Podemos Hacer al Respecto 178
III - Como Evitar la Fatiga... y Mantenerse Joven 182
IV - Cuatro Buenos Hábitos de Trabajo que le Ayudaran
a Evitar la Fatiga y la Preocupación 186
V - Como Eliminar el Aburrimiento que Causa Fatiga, Preocupación
y Resentimiento 191
VI - Como no Preocuparse por el Insomnio 198
Octava Parte - Cómo vencí a la preocupación. 31 Relatos Verdaderos 204
Tuve a la vez Seis Grandes Preocupaciones por C. I. Blackwood 204
Puedo Convertirme en un Magnifico Optimista en Menos de una Hora
por Roger W. Babson 207
Como me Libre de un Complejo de Inferioridad por Elmer Thomas 208
Viví en el Jardín de Ala por R. V. C. Bodley 212
Los Cinco Métodos que yo Empleo para Obrarse de la Preocupación
por el Profesor William Lyon Phelps 215
Resistí Ayer y Puedo Resistir Hoy por Dorothy Dix 218
No Esperaba Vivir Hasta el Amanecer por J.C. Penney 220
Voy al Gimnasio o doy un Paseo al Aire Libre
por el Coronel Eddie Eagan Magistrado de Nueva York, Rhodes Scholar 222
Era "La Triste Figura del Colegio Técnico de Virginia"
por Jim Birdsall 223
He Vivido de Acuerdo con un Versículo por el Dr. Joseph R. Sizoo 225
Toque Fondo y Sobreviví por Ted Ericksen 226
En una Época he Sido el Mas Tonto de los Tontos
por Percy H. Whiting 228
Siempre he Procurado Mantener Abierta la via de Abastecimiento
por Gene Autry 230
Oi una Voz en la India por E. Stanley Jones 233
Cuando el Ejecutor llamo a mi Puerta por Homer Croy 235
El mas Duro Adversario que Tuve fue la Preocupación
por Jack Dempsey 238
Pedí a Dios que me Librara del Asilo de Huérfanos
por Kathleen Halter 240
El Estomago me daba Vueltas como un Tornado de Kansas
por Cameron Shipp 242
Aprendí a Librarme de la Preocupación viendo a mi Mujer Fregar
los Platos por el Reverendo William Wood 245
Encontré la Respuesta por Del Hughes 247
El Tiempo Resuelve muchas Cosas por Louis T. Montant, Jr. 249
Se me Dijo que no Intentara Hablar ni Siquiera Mover un Dedo
por Josephl Ryan 251
Soy un Gran Despreocupado por Ordway Tead 252
Si no Hubiese Dejado de Preocuparme Estaría hace Tiempo
Bajo Tierra por Connie Mack 253
4
Me Libre de Ulceras Estomacales y de Preocupaciones Cambiando
de Trabajo y de Actitud Mental por Arden W. Sharpe 255
Ahora Busco la Luz Verde por Joseph M. Cotter 256
Como Rockefeller vivió con Tiempo Prestado Durante
Cuarenta y Cinco Años 258
Me Estaba Suicidando Lentamente porque no Sabia como
Tranquilizarme por Paul Sampson 264
Me Ocurrió un Verdadero Milagro por la Señora de John Burger 265
Como Benjamín Franklin Domino la Preocupación 267
Estaba tan Preocupada que no probé Bocado Durante
Dieciocho Días por Kathryne Holcombe Farmer 268
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Disfrutar de la Vida
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5
CÓMO SUPRIMIR
LAS PREOCUPACIONES
Y DISFRUTAR DE LA VIDA
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Prefacio
Como y Por Que fue Escrito este Libro
En 1909, yo era uno de los jóvenes más desgraciados de Nueva York. Me
ganaba la vida vendiendo camiones. No sabía qué era lo que hacía andar a un
camión. Y esto no era todo: tampoco quería saberlo. Despreciaba mi oficio.
Despreciaba mi barata habitación amueblada de la Calle 58 Oeste, una habitación
llena de cucarachas. Recuerdo todavía que tenía una serie de corbatas colgando
de la pared y que, cuando tomaba una de ellas por las mañanas, las cucarachas
huían en todas direcciones. Me deprimía tener que comer en restaurantes baratos
y sucios que probablemente también estaban infestados de cucarachas.
Volvía todas las noches a mi solitaria habitación con un terrible dolor de
cabeza, un dolor de cabeza que era producto de la decepción, la preocupación, la
amargura y la rebeldía. Me rebelaba porque los sueños que había alimentado en
mis tiempos de estudiante se habían convertido en pesadillas. ¿Era esto la vida?
¿Era esto la aventura que había esperado con tanto afán? ¿Era esto lo que la vida
significaría siempre para mí: trabajar en un oficio que desdeñaba, vivir con las
cucarachas, alimentarme con pésimas comidas, sin esperanzas para el futuro?
Ansiaba tener ocios para leer y para escribir los libros que había soñado escribir
en mis tiempos de estudiante.
Sabía que tenía mucho que ganar y nada que perder si abandonaba el
oficio que despreciaba. No me interesaba hacer mucho dinero sino vivir
intensamente. En pocas palabras: había llegado al Rubicón, al momento de la
decisión que enfrentan la mayoría de los jóvenes cuando se inician en la vida. En
consecuencia, tomé una decisión, una decisión que cambió completamente mi
futuro. Hizo mis últimos treinta y cinco años más felices y compensadores que en
mis aspiraciones más utópicas.
Mi decisión fue ésta: abandonaría el trabajo que odiaba y, como había
pasado cuatro años en el Colegio Normal del Estado de Warrensburg, Missouri,
preparándome para la enseñanza, me ganaría la vida enseñando en las clases de
adultos de las escuelas nocturnas. De este modo tendría mis días libres para leer
libros, preparar conferencias y escribir novelas y cuentos. Quería "vivir para
escribir y escribir para vivir".
¿Qué tema enseñaría a los adultos por las noches? Al recordar y evaluar mi
preparación universitaria, vi que el adiestramiento y la experiencia que tenía como
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orador me habían servido en los negocios - y en la vida - más que el conjunto de
todas las demás cosas que había estudiado. ¿Por qué? Porque habían eliminado
mi timidez y mi falta de confianza en mí mismo y me habían procurado valor y
aplomo para tratar con la gente. También me habían hecho ver que el mando
corresponde por lo general a la gente que puede ponerse de pie y decir lo que
piensa.
Solicité un cargo de profesor de oratoria en los cursos nocturnos de
ampliación de las Universidades de Columbia y Nueva York, pero las dos
decidieron que podían arreglarse sin mi ayuda.
Quedé entonces decepcionado, pero ahora doy gracias a Dios de que me
rechazaran, porque comencé a enseñar en las escuelas nocturnas de la
Asociación Cristiana de Jóvenes, donde tenía que obtener resultados concretos y
obtenerlos rápidamente. ¡Cómo me vi puesto a prueba! Estos adultos no venían a
mis clases en busca de títulos universitarios o de prestigio social. Venían por una
sola razón: querían resolver sus problemas. Querían ser capaces de ponerse de
pie y decir unas cuantas palabras en una reunión de negocios sin desmayarse de
miedo. Los vendedores querían poder visitar a un cliente difícil sin tener que dar
tres vueltas a la cuadra concentrando valor. Querían desarrollar el aplomo y la
confianza en sí mismos. Querían progresar en sus negocios. Querían disponer de
mas dinero para sus familias. Y como pagaban su instrucción a plazos - dejaban
de pagar si no obtenían resultados - y a mí se me pagaba sólo un porcentaje de
los beneficios, tenía que ser práctico si quería comer.
En aquel tiempo me dije que estaba enseñando en condiciones
desfavorables, pero ahora comprendo que obtenía un adiestramiento magnífico.
Tenía que motivar a mis alumnos. Tenía que ayudarles a resolver sus problemas.
Tenia que hacer cada sesión tan interesante que provocara en ellos el deseo de
continuar.
Era un trabajo que me entusiasmaba y que me gustaba. Quedé atónito al
ver cuán rápidamente estos profesionales del comercio adquirían confianza en sí
mismos y se aseguraban en muchos casos ascensos y aumentos de
remuneración. Las clases iban constituyendo un triunfo que excedía de mis
esperanzas más optimistas. Al cabo de tres sesiones, la Asociación Cristiana de
Jóvenes, que me había negado un salario de cinco dólares por noche, me estaba
pagando treinta dólares por noche de acuerdo con el porcentaje. En un principio
enseñé sólo oratoria, pero con el correr de los años vi que estos adultos también
necesitaban la habilidad de ganar amigos e influir en las personas. Como no podía
encontrar un texto adecuado sobre las relaciones humanas, lo escribí yo mismo.
Fue escrito... Pero no, no fue escrito al modo habitual: surgió de las experiencias
de los adultos en estas clases. Lo llamé Cómo ganar amigos e influir sobre las
personas.
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Como fue escrito únicamente como un libro de texto para mis propias
clases de adultos, y como ya había escrito otros cuatro libros de los que
nadie ha oído hablar jamás, nunca soñé que éste tendría una venta
considerable; soy quizás uno de los autores más asombrados que
actualmente existen.
A medida que corrían los años, fui comprendiendo que otro de los grandes
problemas de estos adultos era la preocupación. Una gran mayoría de mis
alumnos estaban dedicados a los negocios, como gerentes, vendedores,
ingenieros, contadores; constituían una sección transversal de todos los oficios y
profesiones. ¡Y casi todos tenían sus problemas! Había mujeres en las clases:
profesionales y amas de casa. ¡Y también tenían sus problemas! Era manifiesto
que necesitaba un libro de texto sobre el modo de imponerse a la preocupación;
por lo tanto, traté de encontrar uno. Fui a la gran Biblioteca pública neoyorquina de
la Quinta Avenida y la Calle 42 y descubrí con asombro que este centro sólo tenía
veintidós libros bajo el rubro PREOCUPACIÓN. También advertí, muy divertido,
que tenía ciento ochenta y nueve libros bajo el rubro de GUSANOS. ¡Había casi
nueve veces más libros sobre gusanos que sobre preocupaciones! Asombroso,
¿no es así? Como la preocupación es uno de los mayores problemas que encara
la humanidad, cabría suponer que todos los centros de enseñanza secundaria y
universitaria del país darían un curso sobre "Cómo librarse de la preocupación".
Sin embargo, si es que hay un curso así en una universidad cualquiera del país,
nunca he oído hablar de él. No es extraño que David Seabury dijera en su libro
Cómo preocuparse eficazmente (How to Worry Successfully): "Llegamos a la
madurez con tan poca preparación para las presiones de la experiencia como un
gusano de libro al que se le pidiera un ballet".
¿El resultado? Más de la mitad de las camas de hospítales están ocupadas
por personas con enfermedades nerviosas o emocionales.
Hojeé esos veintidós libros sobre preocupaciones que descansaban en los
estantes de la Biblioteca Pública de Nueva York. Además, adquirí todos los libros
sobre el tema que pude encontrar. Sin embargo, no pude descubrir ninguno
utilizable como texto en mi curso para adultos. Fue así como decidí escribir uno yo
mismo.
Comencé a prepararme para escribir este libro hace siete años. ¿Cómo?
Leyendo lo que filósofos de todas las épocas habían escrito acerca de la
preocupación. También leí cientos de biografías, desde Confucio a Churchill.
También tuve entrevistas con docenas de personas destacadas en todos los
campos de la vida, como Jack Dempsey, el general Omar Bradley, el general Mark
Clark, Henry Ford, Eleanor Roosevelt y Dorothy Dix. Esto fue sólo el comienzo.
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Pero también hice algo que era más importante que las entrevistas y las
lecturas. Trabajé durante cinco años en un laboratorio para librarse de las
preocupaciones, un laboratorio que funcionaba en nuestras propias clases de
adultos. Que yo sepa, es el primero y único laboratorio de su clase en el mundo.
Lo que hicimos es esto: dimos a los alumnos una serie de normas sobre cómo
dejar de preocuparse y les pedimos que aplicaran estas normas a sus propias
vidas y dijeran después a la clase los resultados obtenidos. Otros dieron cuenta de
las técnicas que habían utilizado en el pasado.
Como resultado de esta experiencia, creo haber escuchado más
conversaciones acerca de "Cómo me libré de la preocupación" que cualquier otro
individuo que haya pasado jamás por este mundo. Además, leí cientos de otras
declaraciones sobre "Cómo me libré de la preocupación"; eran declaraciones que
se me enviaban por correo, declaraciones que ganaron premios en nuestras
clases, organizadas en todo el mundo. Por tanto, este libro no ha salido de una
torre de marfil. Tampoco es una prédica académica sobre el modo en que la
preocupación podría ser vencida. Por el contrario, he tratado de escribir un informe
ágil, conciso y documentado sobre el modo en que la preocupación ha sido
vencida por miles de adultos. Una cosa es cierta: este libro es práctico. Todos
pueden hincarle los dientes.
"La ciencia es una colección de recetas afortunadas", dice el filósofo francés
Valéry. Tal cosa es este libro: una colección de recetas afortunadas y sancionadas
por el tiempo para librar nuestras vidas de la preocupación. Sin embargo,
permítaseme una advertencia: no ha de encontrarse en él nada nuevo, sino
muchas cosas que generalmente no se aplican. Y, si vamos a esto, ni usted ni yo
necesitamos que nos digan nada nuevo. Sabemos lo bastante para llevar unas
vidas perfectas. Todos hemos leído la regla áurea y el Sermón de la Montaña.
Nuestro punto flaco no es la ignorancia, sino la inacción. La finalidad de este libro
es refirmar, ilustrar, estilizar, acondicionar y glorificar una serie de antiguas y
básicas verdades. Y, al mismo tiempo, darle a usted un golpe en la espinilla e
inducirlo a hacer algo para aplicarlas. Usted no ha tomado este libro para enterarte
de cómo fue escrito. Usted quiere acción. Muy bien, vamos a ello. Lea la Parte I y
la Parte II de este libro, y si no siente para entonces que ha adquirido un poder
nuevo y una nueva inspiración para vencer a la preocupación y disfrutar de la vida,
tire el libro al cajón de la basura. Este no es para usted.
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Nueve Sugerencias sobre la Manera de Obtener
el Máximo Provecho de este Libro
1. Si usted desea obtener el máximo provecho de este´libro, hay una
condición indispensable, algo esencial que es infinitamente más importante que
cualquier norma o técnica. Como no cuente usted con este requisito funda mental,
un millar de normas acerca del modo de estudiar le servirán de muy poco. Y si
dispone de esta facultad cardinal, conseguirá usted maravillas sin necesidad de
leer indicaciones sobre la manera de conseguir el provecho máximo de un libro.
¿En qué consiste esta mágica condición? Sólo en esto: un fervoroso deseo de
aprender, la vigorosa determinación de librarse de la preocupación y de comenzar
a vivir.
¿Cómo puede crearse este afán? Recordando constantemente cuán
importantes son estos principios para usted. Imagínese lo que el dominarlos ha de
ayudarle para llevar una vida más rica y feliz. Dígase usted una y otra vez: "Mi paz
de espíritu, mi felicidad, mi salud y tal vez hasta mis ingresos dependerán en gran
parte, a la larga, de la aplicación de las viejas, evidentes y eternas verdades que
se enseñan en este libro".
2. Lea cada capítulo rápidamente en un principio, a fin de obtener de él un
cuadro a vista de pájaro. Tal vez sienta la tentación de pasar en seguida al
capítulo si guiente. Pero no lo haga. A no ser que esté usted leyendo únicamente
como pasatiempo. Pero si está usted leyendo porque quiere dejar de preocuparse
y comenzar a vivir, retroceda y lea de nuevo a fondo cada capítulo. A la larga, esto
significará ahorrar tiempo y obtener resultados.
3. Deténgase frecuentemente en su lectura para pensar acerca de lo que está
leyendo. Pregúntese cómo y cuándo puede aplicar cada sugerencia. Este modo
de leer le ayudará mucho más que correr como un lebrel tras un conejo.
4. Lea con un bolígrafo resaltador en la mano y, cuando llegue a una
indicación que le parezca utilizable, trace una línea junto a ella. Si es una
indicación muy importante, subraye todas sus frases o márquelas con "XXXX".
Marcar y subrayar un libro es hacerlo más interesante y de mucha más fácil
revisión.
5. Conozco a una mujer que ha sido gerente de una oficina de una importante
empresa de seguros durante cinco años. Lee todos los meses todos los contratos
de seguros que emite la compañía. Sí, lee los mismos con tratos mes tras mes,
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año tras año. ¿Por qué? Porque la experiencia le ha enseñado que es éste el
único modo de tener claramente en la cabeza las diversas cláusulas.
En una ocasión pasé casi dos años escribiendo un libro sobre oratoria y, sin
embargo, tenía que volver de cuando en cuando sobre mis pasos para recordar lo
que había escrito en mi propio libro. Es asombrosa la rapidez con que olvidamos.
Por tanto, si usted quiere obtener un beneficio real y duradero de este libro, no
se imagine que una lectura superficial será suficiente. Después de leerlo
detenidamente, debe dedicar todos los meses varias horas a repasarlo. Téngalo
todos los días sobre su mesa de trabajo, frente a usted. Hojéelo con frecuencia.
Fomente constantemente la impresión de que son muy ricas las posibilidades que
existen todavía para usted mar afuera. Recuerde que el uso de estos principios
sólo puede convertirse en un hábito inconsciente mediante una vigorosa campaña
de revisión y aplicación. No hay otro modo.
6. Bernard Shaw observó una vez: "Si se enseña algo a un hombre, nunca lo
aprenderá". Shaw tiene razón. Aprender es un proceso activo. Aprendemos
actuando. Así, si usted desea dominar los principios que está estudiando en este
libro, haga algo en relación con ellos. Aplique estas normas en todas las
oportunidades que se le presenten. Si no lo hace, las olvidará rápidamente. Sólo el
conocimiento que se utiliza queda grabado en el espíritu.
Probablemente le parecerá difícil aplicar estas recomendaciones todo el
tiempo. Lo sé, porque yo soy quien ha escrito este libro y, sin embargo, me ha
resultado difícil muchas veces aplicar cuanto aquí propongo. Por tanto, mientras
lee este libro, recuerde que no está usted limitándose a adquirir información. Está
usted tratando de formarse nuevos hábitos. Sí, está usted intentando un nuevo
modo de vida. Esto reclamará tiempo, perseverancia y una aplicación cotidiana.
Refiérase, pues, con frecuencia a estas páginas. Considere este libro como un
manual en activo sobre el modo de vencer a la preocupación y, cuando se vea
ante un grave problema, no se ponga todo exaltado. No haga la cosa natural, la
cosa impulsiva. Esto es por lo general una equivocación. En lugar de ello, vuelva a
estas páginas y revise los párrafos que haya usted subrayado. Después, pruebe
estos nuevos modos y observe cómo obran maravillas para usted.
7. Ofrezca a los miembros de su familia o amigos una suma de dinero por
cada vez que sea sorprendido vio lando uno de los principios propugnados en este
libro. ¡Lo mantendrá en vilo!
8. Vaya a las páginas 252 y 253 de este libro y lea cómo el banquero de Wall
Street H. P. Howell y el bueno de Ben Franklin corrigieron sus equivocaciones.
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¿Por qué no utiliza las técnicas de Howell y Franklin para verificar el modo en que
aplicaron los principios de este libro? Si lo hace, resultarán dos cosas.
Primeramente, se verá usted dedicado a un proceso educativo que es
interesantísimo y de un valor incalculable.
En segundo lugar, verá usted que su capacidad para el trato de gentes crece y
se extiende como un verde laurel.
9. Lleve un diario, un diario en el que consigne todos sus triunfos en la
aplicación de estos principios. Sea concreto. Incluya nombres, fechas, resultados.
Llevar un registro así lo inducirá a grandes esfuerzos. ¡Y qué interesantes serán
estas anotaciones cuando las recorra durante alguna velada, transcurridos ya los
años!
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En Síntesis
Nueve Sugerencias sobre la Manera de Obtener
el Máximo Provecho de este Libro
1. Desarrolle un fervoroso deseo de dominar los principios de vencer la
preocupación.
2. Lea cada capitulo dos veces antes de pasar al siguiente.
3. Mientras lea, deténgase con frecuencia para preguntarse cómo aplica cada
sugerencia.
4. Subraye toda idea importante.
5. Repase el libro todos los meses.
6. Aplique estos principios en todas las oportunidades. Use este volumen
como un manual en activo que le ayuda a resolver sus problemas cotidianos.
7. Haga un juego de su aprendizaje ofreciendo a alguna persona amiga una
moneda por cada vez que sea sorprendido por ella violando uno de estos
principios.
8. Verifique todas las semanas el progreso que está haciendo. Pregúntese qué
equivocaciones ha cometido, cómo ha mejorado, qué lecciones ha aprendido para
el futuro.
9. Lleve un diario junto a este libro que muestre cómo y cuándo ha aplicado
estos principios.
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Primera Parte
Datos Fundamentales que debe saber Acerca de la Preocupación
I
Viva en "Compartimientos Estancos”
En la primavera de 1871 un joven tomó un libro y leyó veintidós palabras que
tuvieron un profundo efecto en su futuro. Estudiante de Medicina en el Hospital
General de Montreal, estaba preocupado por sus exámenes finales, lo que debía
hacer, adónde iría, cómo se crearía una clientela, cómo se ganaría la vida.
Las veintidós palabras que este joven estudiante de Medicina leyó en 1871 le
ayudaron a convertirse en el médico más famoso de su generación. Organizó la
mundialmente famosa Escuela de Medicina Johns Hopkins. Se convirtió en Regius
Professor de Medicina en Oxford, lo que constituye el mayor honor que se puede
conceder a un médico en el Imperio Británico. Fue hecho caballero por el Rey de
Inglaterra. Cuando murió, hicieron falta dos volúmenes con 1466 páginas para
contar la historia de su vida.
Su nombre es Sir William Osler. Aquí están las veintidós palabras que leyó en
la primavera de 1871, las veintidós palabras de Thomas Carlyle que le ayudaron a
vivir libre de preocupaciones: "Lo principal para nosotros es no ver lo que se halla
vagamente a lo lejos, sino lo que está claramente a mano".
Cuarenta y dos años después, en una suave noche de primavera, cuando los
tulipanes florecían en los jardines, Sir William Osler habló a los estudiantes de la
Universidad de Yale. Dijo a estos estudiantes que solía suponerse que un hombre
como él, que había sido catedrático en cuatro universidades y había escrito un
libro muy leído, tenía "un cerebro de calidad especial". Declaró que esto era
inexacto. Dijo que sus más íntimos amigos sabían que su cerebro era "de la
naturaleza más mediocre".
¿Cuál era, entonces, el secreto de su triunfo? Manifestó que éste era debido a
lo que llamó vivir en "compartimientos estancos". ¿Qué quería decir con esto?
Pocos meses antes de hablar en Yale, Sir William Osler había cruzado el Atlántico
en un gran paquebote donde el capitán, de pie en el puente, podía apretar un
botón y, ¡zas!, se producía un estrépito de maquinaria y varias partes del barco
quedaban aisladas entre ellas, aisladas en compartimientos estancos. Y el Dr.
Osler dijo a los estudiantes: "Ahora bien, cada uno de vosotros es una
organización mucho más maravillosa que el gran paquebote, y efectúa un viaje
más largo. Lo que os pido es que aprendáis a manejar la maquinaria que os
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15
permita vivir en compartimientos estancos al día, como el mejor modo de
garantizar la seguridad del viaje. Subid al puente y comprobad si por lo menos los
grandes mamparos funcionan bien. Apretad el botón y escuchad, en todos los
niveles de vuestra vida, las puertas de hierro que cierran el Pasado, los ayeres
muertos. Apretad otro botón y cerrad, con una cortina metálica, el Futuro, los
mañanas que no han nacido. Así quedaréis seguros, seguros por hoy... ¡Cerrad el
pasado! Dejad que el pasado entierre a sus muertos. Cerrad los ayeres que han
apresurado la marcha de los necios hacia un triste fin... Llevar hoy la carga de
mañana unida a la de ayer hace vacilar al más vigoroso. Cerremos el futuro tan
apretadamente como el pasado... El futuro es hoy... No hay mañana. El día de la
salvación del hombre es aquí, ahora. El despilfarro de energías, la angustia mental
y los desarreglos nerviosos estorban los pasos del hombre que siente ansiedad
por el futuro... Cerrad, pues, apretadamente, los mamparos a proa y a popa y
disponeos a cultivar el hábito de una vida en compartimientos estancos al día".
¿Quiso decir acaso el Dr. Osler que no debemos hacer esfuerzo alguno para
preparar el futuro? No. En absoluto. Pero continuó diciendo en ese discurso que el
mejor modo de prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la
inteligencia, todo el entusiasmo, es hacer soberbiamente hoy el trabajo de hoy. Es
éste el único modo en que uno puede prepararse para el futuro.
Sir William Osler invitó a los estudiantes de Yale a comenzar el día con la
oración de Cristo: "Danos hoy el pan nuestro de cada día".
Recordemos que esta oración pide el pan solamente para hoy. No se queja del
pan rancio que comimos ayer y no dice tampoco: " ¡Oh, Dios mío! Ha llovido muy
poco últimamente en la zona triguera y podemos tener otra sequía. Si es así,
¿cómo podré obtener mi pan el próximo otoño? O supongamos que pierdo mi
empleo... ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo podré conseguir entonces mi pan cotidiano?"
No, esta oración nos enseña a pedir solamente el pan de hoy. El pan de hoy
es el único pan que se puede comer.
Hace años un filósofo sin un centavo deambulaba por un país pedregoso
donde las gentes se ganaban la vida de modo muy duro. Un día se congregó una
multitud a su alrededor en una altura. Y el filósofo pronunció lo que constituye
probablemente el discurso más citado de todos los tiempos: "No os cuidéis, pues,
del mañana, porque el mañana cuidará de sus propias cosas. Cada día trae su
afán".
Muchos han rechazado estas palabras de Jesús: "No os cuidéis del mañana".
Han rechazado estas palabras como un consejo de perfección, como cosa de
misticismo oriental. Y dicen: "Tengo que cuidarme del mañana.
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Tengo que asegurarme para proteger a mi familia. Tengo que ahorrar dinero
para mi vejez. Tengo que establecer planes y prepararme para salir adelante".
¡Claro que sí! Ello es indudable. Lo que pasa es que esas palabras de Jesús,
traducidas hace más de trescientos años, no significan hoy lo que significaban
durante el reinado del Rey Jacobo. Hace trescientos años la palabra cuidado
significaba frecuentemente ansiedad. Las versiones modernas de la Biblia citan a
Jesús con más exactitud al decir: "No tengáis ansiedad por el mañana".
Hay que cuidar del mañana por todos los medios, meditando, proyectando y
preparándose. Pero sin ansiedades.
Durante la guerra, nuestros jefes militares proyectaban para el mañana, pero
no podían permitirse el dejarse ganar por la ansiedad. El almirante Emest J. King,
que mandó la Marina de los Estados Unidos, dijo: "He proporcionado los mejores
hombres con los mejores equipos y les he señalado la misión que parece más
acertada. Es todo, lo que puedo hacer". Y continuó: "Si hunden a uno de nuestros
barcos, no puedo ponerlo a flote. Si está destinado a hundirse, no puedo evitarlo.
Vale mucho más que dedique mi tiempo a los problemas de mañana que a
enojarme con los de ayer. Además, si dejo que estas cosas se apoderen de mí, no
duraré mucho tiempo".
En paz o en guerra, la principal diferencia entre el modo de pensar bueno y el
malo radica en esto: el buen pensar examina las causas y los efectos y lleva a
proyectos lógicos y constructivos; el mal pensar conduce frecuentemente a la
tensión y a la depresión nerviosa.
Tuve el privilegio de visitar a Arthur Hays Sulzberger (1935-1961), editor de
uno de los más famosos diarios del mundo, The New York Times. Sulzberger me
dijo que, cuando la segunda guerra mundial envolvió a toda Europa, quedó tan
aturdido, tan preocupado por el futuro, que apenas podía dormir. Se levantaba
muchas veces a media noche, tomaba unas telas y unas pinturas, se miraba a un
espejo e intentaba retratarse. No sabía nada de pintura, pero pintaba de todos
modos, a fin de borrar de su espíritu las preocupaciones. Sulzberger también me
dijo que nunca fue capaz de conseguir esto y encontrar la paz hasta que adoptó
un lema de cinco palabras de un himno religioso: Un paso me es bastante.
Conduce, amable Luz...
Mi guia tú serás, que lo distante
no quiero ver; un paso me es bastante.
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Hacia aquella misma época, un joven de uniforme - en algún punto de Europa
- estaba aprendiendo la misma lección. Se llamaba Ted Bengermino y era de
Baltimore, Maryland. Estaba muy preocupado y cayendo en un caso agudo de
agotamiento de combatiente.
Ted Bengermino escribe: "En abril de 1945 mis preocupaciones habían
provocado lo que los médicos llaman un 'colon transverso espasmódico'. Es un
estado que causa un intenso sufrimiento. Si la guerra no hubiese acabado cuando
acabó, tengo la seguridad de que mi derrumbamiento físico hubiera sido completo.
"Mi agotamiento era total. Era suboficial a cargo del registro de sepulturas de
la 94a. División de Infantería. Mi función consistía en ayudar a organizar y
conservar los registros de los muertos, los desaparecidos y los hospitalizados.
También tenía que ayudar a desenterrar los cadáveres de los soldados aliados o
enemigos que habían caído y sido enterrados apresuradamente en hoyos
superficiales en plena batalla. Tenía que reunir los efectos personales de estos
hombres y procurar que los mismos fueran entregados a los padres o parientes
cercanos que pudieran tenerlos en mucho. Siempre estaba con la preocupación
de que pudiéramos cometer embarazosos y costosos errores. Me preguntaba si
podría salir de todo aquello con bien. Me preguntaba si podría alguna vez tener en
mis brazos a mi hijo único, un hijo de dieciséis meses, al que nunca había visto.
Estaba tan preocupado y agotado que perdí más de quince kilos. Era un
verdadero frenesí y me sentía fuera de quicio. Me miraba a las manos, que
apenas eran más que pellejo y huesos. Estaba aterrado ante la idea de volver a
casa convertido físicamente en una ruina. Me sentía deprimido y lloraba como un
chiquillo. Estaba tan trastornado que las lágrimas me brotaban en cuanto me veía
a solas. Hubo un período poco después de iniciada la Batalla de la Saliente en que
lloraba con tanta frecuencia que casi abandoné la esperanza de volver a
considerarme un ser humano normal.
'Terminé en un dispensario del Ejército. Un médico militar me dio consejos que
cambiaron mi vida por completo. Después de hacerme un examen físico detenido
me dijo que mi enfermedad era mental. Me dijo esto: Ted, quiero que se diga
usted que su vida es como un reloj de arena. Usted sabe que hay miles de granos
de arena en lo alto de tales artefactos y que estos granos pasan lentamente por el
estrecho cuello del medio. Ni usted ni yo podríamos hacer que los granos pasaran
más de prisa sin estropear el reloj. Usted, yo y cualquier otro somos como relojes
de arena. Cuando empezamos la jomada, hay ante nosotros cientos de cosas que
sabemos que tenemos que hacer durante el día, pero, si no las tomamos una a
una y hacemos que pasen por el día lentamente y a su debido ritmo, como pasan
los granos por el estrecho cuello del reloj de arena, estamos destinados a destruir
nuestra estructura física o mental, sin escapatoria posible'.
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"He practicado esta filosofía en todo instante desde que un médico militar me
la proporcionó. 'Un grano de arena cada vez... Una tarea cada vez.' Este consejo
me salvó física y mentalmente durante la guerra y también me ha ayudado en mi
situación presente en la profesión. Soy empleado verificador de existencias de la
Compañía de Crédito Comercial de Baltimore. Vi que había en mi profesión los
mismos problemas que habían surgido durante la guerra: docenas de cosas que
había que hacer en seguida, con muy poco tiempo para hacerlas. Las existencias
eran insuficientes. Teníamos que manejar nuevos formularios, que hacer una
nueva distribución de las existencias, que cambiar direcciones, que abrir y cerrar
oficinas y que abordar otros muchos asuntos. En lugar de ponerme tenso y
nervioso, recordé lo que el médico me había dicho: 'Un grano de arena cada vez,
una tarea cada vez'. Repitiéndome estas palabras a cada instante, realicé mi
trabajo de un modo muy eficiente y sin aquella sensación de confusión y
aturdimiento que estuvo apunto de acabar conmigo en el campo de batalla."
Uno de los comentarios más aterradores sobre nuestro actual modo de vida es
recordar que la mitad de las camas de nuestros hospitales están ocupadas por
pacientes con enfermedades nerviosas y mentales, por pacientes que se han
derrumbado bajo la abrumadora carga de los acumulados ayeres y los temidos
mañanas. Sin embargo, una gran mayoría de estas personas estarían paseándose
hoy por las calles, llevando vidas felices y útiles, con sólo haber escuchado las
palabras de Jesús: "No tengáis ansiedad por el mañana"; o las palabras de Sir
William Osler: "Vivid en compartimientos estancos".
Usted y yo estamos en este instante en el lugar en que se encuentran dos
eternidades: el vasto pasado que ya no volverá y el futuro que avanza hacia la
última sílaba del tiempo. No nos es posible vivir en ninguna de estas dos
eternidades, ni siquiera durante una fracción de segundo. Pero, por intentar
hacerlo, podemos quebrantar nuestros cuerpos y nuestros espíritus. Por tanto,
contentémonos con vivir el único tiempo que nos está permitido vivir: desde ahora
hasta la hora de acostarnos. "Todo el mundo puede soportar su carga, por pesada
que sea, hasta la noche. Todo el mundo puede realizar su trabajo, por duro que
sea, durante un día. Todos pueden vivir suavemente, pacientemente, de modo
amable y puro, hasta que el sol se ponga. Y esto es todo lo que la vida realmente
significa". Así escribió Robert Louis Stevenson.
Sí, esto es todo lo que la vida exige de nosotros, pero la señora E. K. Shield,
de Saginaw, Michigan, fue llevada a la desesperación - y hasta el borde del
suicidio - antes de que aprendiera a vivir sólo hasta la hora de acostarse. La
señora Shield me contó su historia y habló de este modo: "En 1937 perdí a mi
marido. Estaba muy deprimida y casi sin un centavo. Escribí a mi anterior patrón,
el señor Leon Roach, de la Roach-Fowler Company de Kansas City, y conseguí
que me devolvieran mi antiguo empleo. Anteriormente me había ganado la vida
vendiendo libros escolares a las juntas de enseñanza urbanas y rurales. Había
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vendido mi coche dos años antes, cuando mi marido cayó enfermo, pero me las
arreglé y arañé el suficiente dinero para pagar la cuota de un coche de segunda
mano, lo que me permitió vender libros de nuevo.
"Pensé que volver a las carreteras me ayudaría a vencer mi depresión, pero
conducir y comer a solas resultó, superior a mis fuerzas. Parte de mi territorio no
producía mucho y tenía dificultades para pagar las cuotas del coche, aunque eran
muy pequeñas.
"En la primavera de 1938 estaba trabajando por el contorno de Versailles,
Missouri. Las escuelas eran pobres y los caminos malos; estaba tan solitaria y
desalentada que llegué a pensar en el suicidio. Me parecía que el triunfo era
imposible. Mi vida no tenía finalidad. Me asustaba el despertarme cada mañana
para enfrentar la existencia. Tenía miedo de todo: de no poder pagar las cuotas
del coche, de retrasarme en los alquileres de mi habitación, de no tener lo
suficiente para comer. Temía que mi salud se quebrantara y que careciera de
dinero para llamar al médico. Lo que me impedía suicidarme era pensar en la
pena que causaría a mi hermana y en que no habría dinero para pagar mi entierro.
"Pero un día leí un artículo que me sacó de mi desaliento y me dio el valor de
vivir. Nunca dejaré de agradecer a una inspirada frase de este artículo. Decía:
'Cada día es una nueva vida para el hombre sabio'. Copié esta frase y la coloqué
en el parabrisas de mi automóvil; allí podía verla mientras conducía. Encontré que
no resultaba tan duro vivir un solo día cada vez. Aprendí a olvidar los ayeres y a
no pensar en los mañanas. Cada mañana, me decía: Hoy es una nueva vida.
"Había conseguido vencer mi miedo a la soledad, mi miedo a la pobreza.
Ahora soy feliz y prospero bastante; poseo entusiasmo y tengo amor a la vida.
Ahora sé que no debo nunca tener miedo, con independencia de lo que la vida me
pueda reservar. Ahora sé que no debo temer al futuro. Ahora sé que debo vivir un
día cada vez y que cada día es una nueva vida para el hombre sabio."
¿De quién se creerá que son los versos que siguen?
Feliz es sólo el hombre bien templado
que de hoy se hace dueño indiscutido,
que al mañana increparle puede osado:
"extrema tu rigor, que hoy he vivido".
Estas palabras parecen modernas, ¿no es así? Sin embargo, fueron escritas
treinta años antes de que naciera Cristo por el poeta romano Horacio.
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Una de las cosas más trágicas acerca de la naturaleza humana que yo
conozca es la tendencia de todos nosotros a escapar de la vida. Todos soñamos
con un mágico jardín de rosas que vemos en el horizonte, en lugar de disfrutar de
las rosas que florecen al pie de nuestras ventanas.
Cabe preguntarse: ¿Por qué somos tan necios, tan trágicamente necios?
Stephen Leacock escribió: " ¡Qué extraña es nuestra breve procesión por la
vida! El niño dice: Cuando sea un chico grande. Pero ¿qué es eso? El chico
grande dice: Cuando sea mayor. Y el mayor dice: Cuando me case. Pero ¿qué es
ser casado, en fin de cuentas? El pensamiento cambia a: Cuando pueda retirarme.
Y después, cuando llega el retiro, se vuelve la vista hacia el paisaje atravesado;
parece correr por él un viento frío. Hay algo que no se ha logrado y que
desaparece. La vida, según lo aprendamos demasiado tarde, está en vivir, en el
tejido de cada día y cada hora".
El extinto Edward S. Evans, de Detroit, casi se mató con sus preocupaciones
antes de comprender que la vida está "en vivir, en el tejido de cada día y cada
hora". Criado en la pobreza, Edward Evans ganó su primer dinero vendiendo
periódicos y después trabajó como empleado de un tendero. Más adelante, con
siete bocas que alimentar, consiguió un empleo de ayudante de bibliotecario. La
paga era ínfima, pero tenía miedo de abandonar la colocación. Pasaron ocho años
antes de que se decidiera a proceder por su cuenta. Pero, una vez decidido,
organizó con una inversión original de cincuenta y cinco dólares tomados a
préstamo un negocio que le procuraba veinte mil dólares anuales. Después vino
una helada, una helada terrible. Avaló un fuerte pagaré de un amigo y el negocio
de éste quebró. Tras este desastre vino otro: el Banco donde tenía todo su dinero
se hundió. No solamente perdió Evans cuanto tenía, sino que quedó con una
deuda de dieciséis mil dólares. Sus nervios no podían resistir. Y me contó: "No
podía ni dormir ni comer. Era una enfermedad extraña. Las preocupaciones y
nada más que las preocupaciones provocaron esta enfermedad. Un día, cuando
iba calle abajo, me desmayé y caí en la acera. Ya no podía caminar. Me metieron
en la cama y mi cuerpo se llenó de diviesos. Estos diviesos avanzaban hacia
dentro, y permanecer en la cama se convirtió en una agonía. Cada día estaba mas
débil. Finalmente el médico me dijo que sólo tenía dos semanas más de vida.
Quedé aterrado. Concentré toda mi voluntad y, tendido en el lecho, esperé mi fin.
No había ya motivo para luchar o preocuparse. Me abandoné con profundo alivio y
me dormí. No había dormido dos horas seguidas desde hacía semanas, pero,
ahora, con mis problemas terrenales tocando a su término, dormí como una
criatura. Mi agotamiento comenzó a desaparecer. Volvió mi apetito. Recuperé
peso.
"Unas cuantas semanas después pude caminar con muletas. Y mes y medio
después pude volver a trabajar. Había estado ganando veinte mil dólares por año;
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ahora me tenía que contentar con un empleo de treinta dólares semanales. Mi
nuevo empleo consistía en vender tarugos que se colocan detrás de las ruedas de
los automóviles cuando éstos son cargados. Tenía ya aprendida la lección. Se
habían acabado las preocupaciones para mí; ya no me lamentaba de lo sucedido
en el pasado; ya no tenía miedo del futuro. Concentré mi tiempo, mi energía y mi
entusiasmo en la venta de esos tarugos."
Edward S. Evans subió ahora muy de prisa. En pocos años llegó a presidente
de la compañía. Su compañía - la Evans Product Company - lleva ya mucho
tiempo incluida en las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York. Si alguna vez van
ustedes por aire a Groenlandia, cabe que aterricen en el aeropuerto de Evans, un
aeropuerto nombrado en su honor. Pero Edward S. Evans no hubiera conseguido
estos triunfos si no hubiese aprendido a vivir en "compartimientos estancos".
Recordarán lo que dijo la Reina Blanca: "La regla es: mermelada mañana y
mermelada ayer, pero nunca mermelada hoy". Casi todos nosotros nos lo
pasamos preocupándonos por la mermelada de ayer y por la de mañana, en vez
de untar ahora mismo la mermelada en nuestro pan.
Hasta el gran filósofo francés, Montaigne, cometió ese error. "Mi vida - dijo - ha
estado llena de terribles desdichas, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron." Lo
mismo me ha pasado a mí... y a ustedes.
"Pensad - dijo Dante - que este día nunca volverá a amanecer." La vida se
desliza con increíble rapidez. Nos precipitamos a través del espacio a más de
treinta kilómetros por segundo. Hoy es nuestra posesión más valiosa. Es lo único
de que somos realmente dueños.
Tal es la filosofía de Lowell Thomas. Recientemente pasé un fin de semana en
su granja; observé que tenía en un marco que colgaba de la pared en su puesto
de radiotransmisión, en forma que pudiera siempre verlas, las siguientes palabras
del Salmo CXVIII:
Este es el día hecho por el Señor;
regocijémonos y alegrémonos en él.
John Ruskin tenía sobre su mesa una simple piedra en la que estaba grabada
una palabra: HOY. Y si yo no tengo una piedra sobre mi mesa, tengo pegado en
mi espejo un poema que leo todas las mañanas al afeitarme, un poema que Sir
William Osler siempre tenía a la vista, un poema escrito por el famoso dramaturgo
indio Kalidasa:
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SALUTACIÓN AL ALBA
¡Mira a este día!
Porque es la vida, la mismísima vida de la vida. En su
breve curso están todas las verdades y realidades de tu existencia:
La bendición del desarrollo,
la gloria de la acción,
el esplendor de las realizaciones... Porque el ayer
es sólo un sueño y el mañana sólo una visión, pero el
hoy bien vivido hace de todo ayer un sueño de felicidad
y de cada mañana una visión de esperanza.
¡Mira bien, pues, a este día! Tal es la
salutación del alba.
Por tanto, la primera cosa que se debe saber acerca de la preocupación es
ésta: si quiere usted que no entre en su vida, haga lo que Sir William Osler hizo:
1. Cierre las puertas de hierro al pasado y al futuro. Viva en compartimientos
estancos al día.
¿Por qué no se formula usted estas preguntas y escribe sus respuestas?
1. ¿Tiendo a huir de la vida presente con el fin de preocuparme por el
futuro o añoro algún "mágico jardín de rosas que veo en el horizonte"?
2. ¿Amargo a veces mi presente lamentándome de cosas que sucedieron
en el pasado, de cosas que terminaron y no tienen remedio?
3. ¿Me levanto por la mañana dispuesto a "tomar el día", a sacar el
máximo provecho de estas veinticuatro horas?
4. ¿Puedo conseguir más cosas de la vida "viviendo en compartimientos
estancos al día"?
5. ¿Cuándo comenzaré a hacer esto? ¿La semana próxima? ¿Mañana?
¿Hoy?
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23
II
Una Formula Mágica para Resolver Situaciones de Preocupación
¿Quieren ustedes una receta rápida y probada para enfrentar situaciones de
preocupación, una técnica que se pueda utilizar desde ahora, antes de continuar
esta lectura?
En tal caso, déjenme que les hable del método elaborado por Willis H. Carrier,
el brillante ingeniero que creó la industria del aire acondicionado y que está ahora
al frente de la mundialmente famosa Carrier Corporation en Syracuse, Nueva
York. Es una de las mejores técnicas que conozca acerca del modo de resolver
los problemas de la preocupación y la obtuve del propio señor Carrier cuando
almorzamos juntos un día en el Club de Ingenieros de Nueva York.
El señor Carrier me dijo: "Cuando era joven, trabajé en la Buffalo Forge
Company en Buffalo, Nueva York. Se me asignó la tarea de instalar un mecanismo
para limpiar el gas en una fábrica de la Pittsburgh Plate Glass Company en Crystal
City, Missouri; era una fábrica que costaba millones de dólares. La finalidad de
esta instalación era eliminar las impurezas del gas, en forma que éste pudiera
arder sin daño para las máquinas. Este método de purificación del gas era nuevo.
Había sido probado sólo una vez con anterioridad y en condiciones diferentes. En
mi trabajo de Crystal City surgieron dificultades imprevistas. La instalación
funcionó a su modo, pero no lo bastante bien para hacer frente a la garantía que
se había dado.
"Quedé abrumado por mi fracaso. Era casi como si alguien me hubiera dado
un mazazo en la cabeza. Mi estómago y mi intestino comenzaron a causarme
serias molestias. Durante algún tiempo estuve tan preocupado que no pude
dormir.
"Finalmente el sentido común me recordó que la preocupación no me llevaba a
ninguna parte; por lo tanto, elaboré un modo de tratar mi problema sin
preocuparme. Este modo funcionó a las mil maravillas. He estado utilizando esta
técnica desde hace más de treinta años. Es sencilla y cualquiera puede utilizarla.
Consiste en tres pasos:
"Paso I. Analicé la situación valientemente y con honradez y me imaginé lo
peor que pudiera sucederme como consecuencia de este fracaso. No iban a
meterme en la cárcel ni a fusilarme. Esto era indudable. Existía, es cierto, la
posibilidad de que perdiera mi trabajo y también la de que mis patrones tuvieran
que retirar la maquinaria y perder los veinte mil dólares que habían invertido en la
instalación.
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"Paso II. Después de imaginarme lo peor que pudiera sucederme, me hice a
ello y lo acepté, si resultara necesario. Me dije: este fracaso será un golpe para mi
hoja de servicios y puede significar la pérdida de mi empleo, pero, si así fuera,
siempre podré encontrar otro trabajo. Las condiciones pueden ser aún peores, y
en lo que se refiere a mis patrones... Bien, tienen que comprender que estamos
haciendo experimentos con un método nuevo de purificar el gas y, si este ensayo
les cuesta.veinte mil dólares, pueden soportarlo perfectamente. Pueden cargarlo a
investigaciones, porque se trata de un experimento.
"Después de descubrir lo peor que pudiera sucederme, de hacerme a ello y de
aceptarlo, si resultara necesario, ocurrió algo en extremo importante:
inmediatamente, sentí un alivio y una paz que no había experimentado desde
hacía días.
"Paso III. Desde entonces, dediqué con calma mi tiempo y mi energía a tratar
de mejorar lo peor que ya tenía mentalmente aceptado.
'Traté ahora de dar con el modo y los medios de reducir la pérdida de veinte
mil dólares que encarábamos. Hice varias pruebas y finalmente llegué a la
conclusión' de que, si invertíamos otros cinco mil dólares de equipo, nuestro
problema quedaría resuelto. Hicimos esto y, en lugar de que la firma perdiera
veinte mil dólares, ganamos quince mil.
"Probablemente nunca hubiera conseguido esto si hubiese continuado
preocupándome, porque una de las peores características de la preocupación es
que destruye nuestra capacidad de concentración. Cuando nos preocupamos,
nuestros espíritus andan de aquí para allí, sin pararse en ninguna parte, en forma
que perdemos toda facultad de decidimos. En cambio, cuando nos obligamos a
encarar lo peor y a aceptarlo mentalmente, eliminamos todas esas imaginaciones
y nos colocamos en condiciones de concentrarnos en nuestro problema.
"Este incidente que he relatado ocurrió hace muchos años. Lo expuesto
funcionó tan bien que lo he estado utilizando desde entonces. Y, como resultado,
mi vida ha estado casi completamente libre de preocupaciones".
Ahora bien, ¿por qué la fórmula mágica de Willis H. Carrier es tan valiosa y tan
práctica desde el punto de vista psicológico? Porque nos saca de las negras
nubes en que andamos a tientas cuando la preocupación nos ciega. Hace que
pisemos tierra firme. Sabemos donde estamos. Y si no pisamos tierra firme,
¿cómo es posible que podamos pensar con fundamento en nada?
El profesor William James, el padre de la psicología aplicada, falleció en 1910,
pero si viviera y oyera esta fórmula de encarar lo peor, la aprobaría con
entusiasmo. ¿Que cómo lo sé? Porque dijo a sus propios alumnos: "Aceptad que
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haya sido así... Aceptad que haya sido así, porque la aceptación de lo que ha
sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier
calamidad".
La misma idea fue expresada por Lin Yutang en su muy leído libro La
importancia de vivir. Este filósofo chino declaró: "La verdadera paz de espíritu
viene de la aceptación de lo peor. Psicológicamente, creo que esto significa una
liberación de energía".
¡Así es, exactamente! Psicológicamente significa una nueva liberación de
energía. Cuando aceptamos lo peor, ya no tenemos nada que perder. Y esto
significa automáticamente que tenemos todo que ganar. Willis H. Carrier
manifestó: "Inmediatamente, sentí un alivio y una paz que no había experimentado
desde hacía días. Desde entonces, pude pensar".
Es lógico, ¿no es así? Sin embargo, millones de personas han destrozado sus
vidas en furiosos torbellinos, porque se negaban a aceptar lo peor; se negaban a
mejorar a partir de aquí; se negaban a salvar lo que se pudiera del naufragio. En
lugar de intentar reconstruir su fortuna, se enzarzaban en una áspera y "violenta
lucha con la experiencia". Y terminaban víctimas de ese rumiar ideas fijas que se
llama melancolía.
¿Quieren ustedes ver cómo otra persona adoptó la fórmula mágica de Willis H.
Carrier y la aplicó a sus propios problemas? Bien, aquí hay un ejemplo, el de un
comerciante de combustible de Nueva York que era alumno de una de mis clases.
Este alumno se expresó así: " ¡Era víctima de un chantaje! No lo creía posible,
no creía que fuera posible salvo en las películas, pero ¡era un chantaje! Lo que
sucedió fue esto: La compañía petrolera a cuyo frente estaba poseía una serie de
camiones de reparto y contaba con cierto número de choferes. En aquel tiempo
las regulaciones de la guerra estaban rigurosamente en vigor y se nos racionaba
en cuanto al combustible que podíamos entregar a cada uno de nuestros clientes.
Yo no lo sabía, pero, al parecer, algunos de nuestros choferes habían estado
entregando menos combustible del debido a nuestros clientes regulares y
revendiendo después el excedente a sus clientes propios.
"La primera indicación que tuve de estas transacciones ilegítimas se produjo
cuando un hombre que declaró ser inspector del gobierno vino a verme un día y
me pidió dinero por su silencio. Había obtenido pruebas documentales de lo que
nuestros choferes habían estado haciendo y amenazaba con entregar estas
pruebas en la oficina del fiscal del distrito si yo no aceptaba sus exigencias.
"Sabía, desde luego, que no tenía motivos de preocuparme, personalmente,
por lo menos. Pero sabía también que la ley dice que una firma es responsable
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por los actos de sus empleados. Además, sabía que si el asunto iba a los
tribunales y se aireaba en los diarios, esta mala publicidad arruinaría mi negocio. Y
yo estaba orgulloso de mi negocio; había sido fundado por mi padre veinticuatro
años antes.
"Estaba tan preocupado que caí enfermo. No comí ni dormí en tres días. Me
paseaba de aquí para allí como un loco. ¿Pagaría el dinero —cinco mil dólares—,
o diría a aquel hombre que siguiera su camino e hiciese lo que le diera la gana?
En cualquiera de los dos casos el asunto terminaba en una pesadilla.
"En estas circunstancias sucedió que tomé el folleto sobre Cómo librarse de
las preocupaciones que me habían dado en mi clase Carnegie de oratoria.
Comencé a leerlo y llegué al relato de Willis H. Carrier. 'Encara la peor', decía.
Ante esto, me pregunté: '¿Qué es lo peor que puede sucederme si me niego a
pagar y estos chantajistas entregan sus constancias al fiscal del distrito?'
"La respuesta era: la ruina de mi negocio. Tal era lo peor que podía
sucederme. No podía ir a la cárcel. Todo lo que podía ocurrir era que la publicidad
que se diera al asunto me arruinara.
"Y yo entonces me dije: 'Muy bien, mi negocio se ha ido al traste. Lo acepto
mentalmente. Y ¿qué más?'.
"Bien, una vez arruinado, tendría probablemente que buscarme otro trabajo.
No era la cosa tan mala. Sabía mucho sobre combustible; había varias firmas que
me emplearían muy a gusto... Comencé a sentirme mejor. Las sombras en que
había vivido durante tres días y tres noches se disiparon un poco. Mis emociones
remitieron... Y con asombro por mi parte, fui capaz de pensar.
"Tenía la cabeza suficientemente despejada para abordar el Paso III: mejorar
lo peor. Al pensar en las soluciones, se me presentó un punto de vista'
completamente nuevo. Si yo contara todo lo sucedido al fiscal, éste podría
encontrar alguna fórmula en la que yo no había caído. Sé que parece estúpido
decir que esto no se me había ocurrido antes, pero, desde luego, yo no había
meditado. ¡Había estado solamente preocupándome! Inmediatamente decidí que
lo primero que haría por la mañana sería hablar con el fiscal. Después me metí en
la cama y dormí como un lirón.
"¿Cómo terminó la cosa? Bien, a la mañana siguiente, mi abogado me dijo que
fuera a ver al fiscal del distrito y le contara toda la verdad. Es lo que hice. Acabado
mi relato, quedé atónito al oír del fiscal que aquella banda de chantajistas estaba
operando desde hacía meses y que el hombre que actuaba como 'agente de
gobierno' era un granuja buscado por la policía. ¡Qué alivio fue oír esto después
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de haberme atormentado durante tres días y tres noches preguntándome si debía
entregar los cinco mil dólares a un pillo profesional!
"Esta experiencia me enseñó una lección para siempre. Ahora, siempre que
me veo ante un serio problema que amenaza con preocuparme, le aplico lo que
denomino la vieja fórmula de Willis H. Carrier".
Si ustedes creen que Willis H. Carrier tuvo problemas, aún no han oído nada.
Les contaré la historia de Earl P. Haney, de Winchester, Massachusetts, tal como
él mismo me la contó el 17 de noviembre de 1948 en el Hotel Statler, de Boston.
"Allá por los años veinte - me dijo - estaba tan preocupado que las úlceras
empezaron a devorarme el estómago. Una noche tuve una hemorragia terrible. Me
llevaron a un hospital vinculado a la Facultad de Medicina de la Northwestern
University de Chicago. Perdí la mitad de mi peso. Estaba tan mal que me
ordenaron que ni siquiera levantara la mano. Tres médicos, entre ellos un célebre
especialista en úlceras, dijo que mi caso era 'incurable'. Vivía a base de polvos
antiácidos y una cucharada de leche con crema cada hora. Una enfermera me
introducía un tubo de goma en el estómago todas las mañanas y todas las noches,
y me extraía el contenido.
"Así pasaron meses... Al fin me dije a mí mismo:
'Oye, Earl Haney, si lo único que te espera es la muerte, será mejor que
aproveches el poco de tiempo que te queda. Siempre has querido viajar alrededor
del mundo antes de morir; si deseas hacerlo, tendrá que ser ahora'.
"Cuando les dije a mis médicos que pensaba viajar alrededor del mundo y
bombearme el estómago dos veces por día, quedaron estupefactos. ¡Imposible!
Jamás habían oído semejante cosa. Me advirtieron que si emprendía ese viaje,
me sepultarían en el mar. 'No, no', repliqué. 'He prometido a mis parientes que me
enterrarán en la sepultura familiar de Broken Bow, Nebraska. Por tanto, llevaré el
féretro conmigo'.
"Compré un féretro, lo llevé a bordo, y llegué a un arreglo con la compañía de
navegación para que, en caso de mi muerte, pusieran mi cadáver en un
compartimiento frigorífico y lo mantuvieran allí hasta que el barco regresara. Y
partí de viaje, con el espíritu del viejo Ornar:
Disfrutemos, así, cuanto antes podamos
que el Polvo nos devore ruin;
antes que Polvo en Polvo nos volvamos,
sin Vino ni Amor... y también sin Fin.
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"No bien me embarqué en el President Adams en Los Angeles y zarpé hacia
Oriente me sentí mejor. Poco a poco dejé los polvos antiácidos y el bombeo de
estómago. Pronto empecé a comer toda clase de alimentos, inclusive mezclas
extrañas que hubiesen podido matarme. A medida que avanzaban las semanas,
hasta fumé largos cigarros y bebí licores. ¡Me divertí más que nunca en años! Nos
vimos en medio de monzones y tifones capaces de llevarme al féretro, aunque
sólo fuera de miedo, pero fue magnífica esa aventura.
"En el barco jugué, canté y me hice de nuevos amigos. No me acostaba hasta
la madrugada. Cuando llegamos a China y la India, comprendí que las zozobras
que había padecido en casa a causa de los negocios eran un paraíso comparadas
con la pobreza y la miseria del Oriente. Acabé con mis insensatas preocupaciones
y me sentí muy bien. Cuando volví a Norteamérica había ganado cuarenta kilos de
peso. Me había olvidado casi de que había tenido úlceras. Nunca en mi vida me
sentí mejor. Me apresuré a revender el féretro al dueño de las pompas fúnebres y
volví a ocuparme de mis negocios. Desde entonces no he estado enfermo ni un
solo día."
Earl P. Haney me dijo que ahora comprende que estaba aplicando los mismos
principios que Willis H. Carrier para controlar la preocupación.
"Primero, me pregunté, '¿Qué es lo peor que podría ocurrir?' La respuesta fue
la muerte.
"Segundo, me preparé para enfrentar la muerte. De bía hacerlo. No había
elección. Los médicos decían que mi caso era fatal.
"Tercero, procuré mejorar la situación obteniendo de la vida los mayores goces
posibles en el poco tiempo que me quedaba...". "Si - continuó - si seguía
preocupándome después de embarcarme, sin duda regresaría en el féretro. Pero
me tranquilicé... y olvidé mis preocupaciones. Y esa serenidad me inyectó nuevas
energías que me salvaron la vida."
Por tanto, la Regla 2 es: Si usted tiene un problema de preocupación, aplique
la fórmula mágica de Willis H. Carrier haciendo estas tres cosas:
1. Pregúntese: "¿Qué es lo peor que puede sucedermé?"
2. Prepárese a aceptarlo, si ello es necesario.
3. Después, tranquilamente, proceda a mejorar lo peor.
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III
El Daño que la Preocupacion Puede Hacernos
Aquellos que no saben cómo combatir
la preocupación mueren jóvenes.
Dr. Alexis Carrel.
Hace muchos años un vecino llamó a mi puerta y me instó a que me vacunara
y vacunara a toda mi familia contra la viruela. Era uno de los miles de voluntarios
que estaban llamando a todas las puertas de la Ciudad de Nueva York.
Asustadas, las gentes esperaban horas enteras para ser vacunadas. Los puestos
de vacunación se abrían, no sólo en los hospitales, sino también en estaciones de
bomberos, puestos de policía y grandes fábricas. Más de dos mil médicos y
enfermeras trabajaron febrilmente noche y día, vacunando a las multitudes. ¿Cuál
era la causa de toda esta excitación? Ocho personas de la Ciudad de Nueva York
tenían viruela y otras dos habían fallecido. Eran dos muertes en una población de
casi ocho millones.
Ahora bien, yo había vivido en Nueva York durante más de treinta y siete años
y, sin embargo, nadie había llamado a mi puerta para prevenirme contra la
enfermedad emocional de la preocupación, una enfermedad que, durante los
últimos treinta y siete años, ha causado diez mil veces más daño que la viruela.
Ningún visitante me ha advertido que una persona de cada diez entre las que
viven ahora en los Estados Unidos padecerá un desfallecimiento nervioso,
causado en la mayoría de los casos por la preocupación y las emociones. Por esta
razón escribo este artículo para llamar a las puertas de ustedes y prevenirles.
El gran ganador del premio Nobel de Medicina, Alexis Carrel, dijo: "Aquellos
que no saben cómo combatir la preocupación mueren jóvenes". Y otro tanto
sucede con las amas de casa, veterinarios y albañiles.
Hace unos cuantos años pasé mis vacaciones paseando en automóvil por
Texas y Nuevo México en compañía del doctor O. F. Gober, médico jefe de la Gulf
Colorado and Santa Fe Hospital Association. Hablamos acerca de los efectos de
la preocupación y mi compañero me dijo: "El setenta por ciento de todos los
pacientes que acuden a los médicos podrían curarse por sí mismos con sólo
liberarse de sus temores y preocupaciones. Y no piense por un momento que
quiero decir que sus enfermedades son imaginarias. Sus enfermedades son tan
reales como un terrible dolor de muelas y en ocasiones cien veces más graves.
Me reñero a enfermedades como la indigestión nerviosa, algunas úlceras del
Cómo Suprimir las Preocupaciones y
Disfrutar de la Vida
Dale Carnegie
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estómago, perturbaciones cardíacas, el insomnio, algunas jaquecas y algunos
tipos de parálisis.
"Estas enfermedades son reales. Sé de qué estoy hablando, porque yo mismo
he padecido una úlcera de estómago durante doce años.
"El miedo causa preocupación. La preocupación pone a uno tenso y nervioso,
afecta a los nervios del estómago, cambia los jugos gástricos de normales a
anormales y frecuentemente provoca úlceras estomacales".
El Dr. Joseph F. Montague, autor del libro Nervios y problemas del estómago
(Nervous Stomach Trouble), dice algo muy parecido. Dice esto: "Las úlceras del
estómago no vienen de lo que se come. Vienen de lo que está comiendo a uno".
El Dr. W. C. Alvarez, de la Clínica Mayo, asegura: "Con frecuencia las úlceras
empeoran o mejoran de acuerdo con las subidas y bajadas de las perturbaciones
emocionales".
Esta declaración se ve confirmada por un estudio de 15.000 pacientes tratados
de desórdenes digestivos en la Clínica Mayo. Cuatro de cada cinco de ellos no
tenían una base física para sus enfermedades del estómago. El miedo, la
preocupación, el odio, un egoísmo supremo y la incapacidad para ajustarse al
mundo de las realidades eran en buena parte las causas de sus enfermedades y
sus úlceras de estómago...
De acuerdo con la revista Life, hoy está en la lista de las diez enfermedades
más fatales.
Recientemente estuve en correspondencia con el doctor Harold C. Habein, de
la Clínica Mayo. Este médico leyó un informe en la reunión anual de la Asociación
Norteamericana de Médicos y Cirujanos Industriales y declaró que había
efectuado un estudio de 176 ejecutivos que tenían un promedio de edad de 44,3
años. E informó que algo más de una tercera parte de estos ejecutivas padecían
uno de los tres achaques peculiares de una vida de tensión: enfermedad del
corazón úlceras del aparato digestivo y presión sanguínea alta. ¡Piensen ustedes!
Una tercera parte de nuestros ejecutivos están echando a perder sus organismos
con enfermedades cardíacas, úlceras y presiones altas antes de llegar a los
cuarenta y cinco años. ¡Qué precio para el éxito! ¡Y ni siquiera lo compran! ¿Cabe
considerar pagar el éxito, la prosperidad en los negocios con úlceras de estómago
y perturbaciones del corazón? ¿Qué consigue una persona si gana el mundo
entero y pierde la salud? Aunque fuera dueño del mundo, sólo podría dormir en
una cama a la vez y comer tres veces por día. Cualquier mozo de cuerda puede
hacer esto y probablemente dormir más profundamente y disfrutar más de sus
comidas que un poderoso hombre de negocios. Francamente, prefiero ser una

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