viernes, 3 de junio de 2011

El lado Positivo del fracaso

JOHN C.
MAXWELL
El Lado
Positivo
del
Fracaso
Un Sello de Editorial Caribe
Dedico este libro a los hombres y mujeres del Grupo INJOY,
todos los cuales están comprometidos absolutamente con la misión de ayudar a otros a
hacer de los fracasos algo positivo.
Betania es un sagello de Editorial Caribe
© 2000 Editorial Caribe
Una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN—Miami, FL (EE.UU.)
email: editorial@editorialcaribe.com
www.caribebetania.com
Título del original en inglés:
Failing Forward
© 2000 por Maxwell Motivation, Inc.
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Traductor: Eugenio Orellana
ISBN: 0-88113-588-7
CONTENIDO
Cómo ser un REAL triunfador
1. ¿Cuál es la mayor diferencia entrela gente que triunfa y la mediocre?
Mary Kay Ash puso los ahorros de su vida en el comienzo de un negocio; luego, la tragedia
amenazó con derrotarla. Pero en lugar de eso, ella la derrotó y en el proceso levantó un
negocio de prestigio mundial. ¿El secreto? Ella era dueña de la única cualidad que distingue a
los que triunfan de los mediocres.
Redefinemos fracaso y éxito
2. Una nueva definición de fracaso y éxito
¿Qué es un fracaso? Truett Cathy sabía por experiencia qué era… y qué no era. Esta es la
razón por la que el pequeño restaurante que fundó en el sur de Atlanta, Georgia, ha llegado a
ser una empresa multimillonaria.
3. Si falló, ¿significa que usted es un fracasado?
Los triunfadores poseen siete cualidades que evitan que fracasen. Erma Bombeck y Daniel
Ruettinger las tenían. ¿Las tiene usted?
4. Usted es demasiado viejo para llorar,pero duele demasiado como para reír
Los hermanos Wright no iban a ser los primeros en volar en un aeroplano. Pero el hombre
destinado a hacerlo se rindió antes de lograr su sueño. ¿Qué es lo que marca la diferencia
entre ellos?
5. Encuentre la salida en la supercarretera del fracaso
¿Qué es peor que estar atrapado en el tráfico a una hora pico? Estar atrapado en la carretera
del fracaso. Si usted quiere triunfar, no puede ser como Rosie Ruiz. Debe aprender a encontrar
la salida.
¿Está usted dispuesto a cambiar?
6. No importa lo que le ocurra, el fracaso es un asunto interno
Ríos de agua inundaron su tienda, causándole daños por un millón de dólares. Cualquiera se
habría dado por derrotado, pero no Greg Horn. Descubra por qué.
7. ¿Es usted rehén de su pasado?
¿Qué haría usted si alguien levantara un monumento público a su pasado de fracasos? A
Arnold Palmer le pasó eso cuando estaba en lo más alto de su carrera. Vea cómo manejó la
situación.
8. ¿Quién es el que comete tales errores?
Durante treinta y cinco años, el más grande obstáculo para el éxito de John James Audubon
fue John James Audubon. Pero cuando él cambió, todo su mundo cambió con él.
9. Deje de fijarse en usted; los demás ya lo han hecho
¿Qué recomendó un prominente psiquiatra para evitar una crisis nerviosa? Es lo mismo que el
guionista Patrick Sheane Duncan trajo a la vida cuando escribió «Mr. Holland’s Opus».
Trate al fracaso como a un amigo
10. Aproveche los beneficios positivosde las experiencias negativas
¿Sabía usted que puede transformar la adversidad en ventaja? Eso es lo que un niño anónimo
hizo, y en el proceso llegó a ser segundo al mando de la nación más poderosa de la tierra.
11. Arriésguese. No hay otra manera de triunfar
La mayoría de la gente duda en arriesgarse sobre la base del temor o las probabilidades de
éxito. Pero no ocurrió así con Millie. Ella tomó el camino correcto. Aprenda su secreto de
arriesgarse.
12. Haga del fracaso su mejor amigo
¿Por que Beck Weathers llamó positiva una situación que le significó la pérdida de la nariz, un
brazo y los dedos de la mano que conservó? Porque entendió cómo hacer del fracaso su mejor
amigo.
Aumente sus posibilidades de éxito
13. Evite las diez mejores razones por las que la gente fracasa
¿Dónde empezará usted cuando aumenten sus probabilidades de éxito? En usted, por supuesto.
Esto es lo que Dan Reiland hizo y su vida cambió.
14. La pequeña diferencia entre fracasoy éxito hace una gran diferencia
Es un nombre familiar. Usted ha visto su fotografía en la televisión. Probablemente creyó que
era un actor, pero no lo es. Lo conoce porque él representa la pequeña diferencia entre fracaso
y triunfo.
15. Lo que cuenta es lo que hace después de volverse a levantar
La gente dice que el nombre de Lee Kuan Yew debería estar junto a los de Churchill, Roosevelt
o Reagan. ¿Qué ha hecho él para merecer tal elogio? ¡Ayudó a todo un país a salir adelante!
Vea cómo lo hizo.
16. Ahora usted está listo para transformarsus fracasos en victorias
Cuando leyó su propia historia publicada, Dave Anderson dijo que fue una maravilla que
nunca se haya dado por vencido. Él es un tipo común y corriente que hoy es millonario, porque
sabe cómo triunfar. Aquí están su historia y los pasos que usted necesita dar para transformar
el fracaso en victoria.
Agradecimientos
Agradezco a estas extraordinarias personas que me ayudaron en la creación de este libro:
Charlie Wetzel, mi escritor
Linda Eggers, mi asistente ejecutiva
Brent Cole, mi ayudante de investigación
Stephanie Wetzel, mi correctora de pruebas
Prefacio
Cómo ser un
REAL triunfador
Cuando dicto mis conferencias en diferentes lugares del país, a menudo la gente me
pregunta por qué escribo libros. Me han hecho tantas veces la misma pregunta que quiero
darle la respuesta antes que empiece a leer el primer capítulo de El lado positivo del
fracaso.
He dedicado mi vida a enseñar a la gente a valorarse. Por eso es que dicto conferencias,
grabo lecciones en casetes, preparo videos de entrenamiento y escribo libros. Es la razón
por la que dirijo mi organización, el Grupo INJOY. Quiero ver a la gente triunfar. Quiero
ver a cada persona con la que me relaciono convertida en un vencedor REAL.
Creo que para que una persona triunfe, necesita únicamente cuatro cosas. Podrá
memorizarlas si recuerda la palabra REAL.
Relaciones: La habilidad que más se necesita para tener éxito es la de relacionarse con
otras personas. Esto provoca un impacto en cada aspecto de la vida de una persona. Sus
relaciones lo mejorarán o dañarán.
Equipo: Una de las lecciones más importantes que he aprendido es que lo que está más
cerca a usted determinará el nivel de su éxito. Si sus sueños son grandes, solo los alcanzará
con un equipo.
Actitud. Las actitudes determinan cómo vamos a vivir la vida día a día. La actitud, más
que la aptitud determinará la altitud.
Liderazgo. En el liderazgo todo se levanta y cae. Si desea mejorar el nivel de su
efectividad personal, la única manera de hacerlo es aumentando sus habilidades de
liderazgo.
Si revisa cualquiera de mis libros, puede estar seguro que en él se encontrará con mi
interés de añadir valor en una de estas cuatro áreas. Este libro en particular lo he escrito
para que usted cambie su actitud sobre el fracaso. Léalo, empápese de él y deje que lo
ayude a transformar sus faltas en escalones al éxito. Mi deseo es que El lado positivo del
fracaso agregue valor a su vida.
1
¿Cuál es la mayor diferencia entre la
gente que triunfa y la mediocre?
Todos fallamos, por más que tratemos que no.
—J.M. BARRIE
¿Qué es lo que destaca a los vencedores? ¿Por qué algunas personas alcanzan alturas
envidiables en tanto que otros caen estrepitosamente? Usted sabe de qué estoy hablando.
Llámelo suerte, bendición, «el toque del rey Midas», o como quiera. Pero la verdad es que
algunas personas parecen alcanzar cosas increíbles a pesar de lo difíciles que parezcan: Su
compañía terminó entre el cinco por ciento de las de más ventas nacionalmente pese a
haber perdido los mejores clientes. Encontraron formas ingeniosas de aumentar las
ganancias de su departamento a pesar de la amenaza de recortes presupuestarios. Ganaron
un título universitario mientras criaban dos hijos siendo padres que no tenían a más nadie
que les ayudara. Descubrieron extraordinarias oportunidades de negocio mientras sus
colegas seguían buscando sin hallar. O ganaron premio tras premio en su organización a
pesar de lo que parecía una anémica labor de equipo. No importa la clase de trabajo que
hagan. Dondequiera que estén, pareciera que con su sola presencia hacen realidad
cualquiera cosa.
Sin duda que a todos nos gusta pensar que estamos por encima del promedio. Pero los
triunfadores parecen dejar el «promedio» en el polvo, tan detrás de ellos que parece un
recuerdo lejano.
¿CUÁL ES LA RAÍZ DEL ÉXITO?
¿Qué hace la diferencia? ¿Por qué a algunas personas les va tan bien? ¿Será por …
• el trasfondo familiar? Crecer en una buena familia es algo por lo que cualquiera
debería sentirse agradecido, pero no es un indicador confiable de ser la razón para el
éxito. Un alto porcentaje de las personas exitosas viene de hogares destruidos.
• la riqueza? No, algunos de los hombres y mujeres de mayor éxito vienen de la clase
media y de la clase media baja. La riqueza no es un índice de éxito ni la pobreza es
garantía de logros insignificantes.
• la oportunidad? Bueno, la oportunidad es algo muy especial. Dos personas con
dones, talentos y recursos similares pueden observar una situación dada, y una de
ellas verá tremendas oportunidades en tanto que la otra no verá nada. La
oportunidad está en el ojo del observador.
• una alta moralidad? Me gustaría que esta fuera la clave, pero no lo es. He conocido
personas absolutamente íntegras que han logrado muy poco. Y he conocido
sinvergüenzas de un tremendo éxito. Usted también los conoce.
• la ausencia de dificultades? Por cada persona exitosa que ha esquivado a la
adversidad, hay una Helen Keller que venció incapacidades extremas o un Víctor
Frankl que sobrevivió a horrores absolutos. Así es que tampoco es la ausencia de
dificultades.
No, ninguna de estas cosas es la clave. Para decirlo en forma franca, yo sé solo de un
factor que separa a los que se distinguen en forma consistente de los que no: La diferencia
entre la gente mediocre y la gente de éxito es su percepción de y su reacción al fracaso.
Ninguna otra cosa tiene la clase de impacto en la capacidad de las personas de alcanzar y
llevar a cabo cualquier cosa que se propongan y deseen.
LO QUE NO SE APRENDE EN LA ESCUELA
El jugador de fútbol Kyle Rote Jr., dijo: «No tengo dudas de que hay muchas formas de ser
un ganador, pero en realidad hay solo una forma de ser un perdedor, y esta es fracasar y no
ver más allá del fracaso». La forma en que una persona ve el fracaso y lo enfrenta, sea que
tenga o no la capacidad para ver más allá y mantenerse triunfando, impacta cada aspecto de
su vida. Pero esa capacidad parece difícil de adquirir. La mayoría no sabe por dónde
empezar para lograrla.
No tengo dudas de que hay muchas formas
de ser un ganador, pero en realidad hay solo
una forma de ser un perdedor, y esta es
fracasar y no ver más allá del fracaso.
—KYLE ROTE JR.
Aun a la gente positiva le cuesta aprender a ver positivamente los fracasos. Por ejemplo,
yo tengo fama de ser muy positivo. (Mi libro Actitud de vencedor se ha estado
reimprimiendo por más de quince años en inglés y también la Editorial Betania lo tradujo al
español.) Pero no siempre he podido transformar mis fracasos en victorias. Porque no
siempre he estado adecuadamente preparado para hacerlo. Estar preparado no es algo que
hayan querido enseñarme en el aula. Y los niños de ahora tampoco lo saben. Realmente, a
menudo el ambiente de la escuela refuerza los peores sentimientos y expectativas sobre el
fracaso de las personas.
Echemos una mirada a mis anteriores actitudes hacia el fracaso, y veamos si su
experiencia es la misma mía:
1. Tenía miedo fracasar. Una experiencia que tuve en la universidad, junto con la forma
que reaccioné a ella, es típica de lo que muchos estudiantes enfrentan. El primer día de mi
primer año en la universidad, el profesor entró a la clase de historia de las civilizaciones y
con energía, dijo: «La mitad de ustedes no aprobará esta clase». ¿Cuál fue mi primera
reacción? ¡Miedo! Hasta entonces, nunca había tenido un fracaso en mis estudios. Y no
quería empezar ahora, de manera que la primera pregunta que me hice fue: «¿Qué querrá el
profesor?» La universidad se transformó en un juego que yo quería ganar.
Recuerdo que una vez memoricé ochenta y tres fechas para un examen porque mi
profesor creía que si se podían citar fechas era porque la materia se dominaba. Conseguí
una A en ese examen, pero tres días más tarde, había olvidado toda la información. Me las
arreglé para evitar el fracaso que temía, pero en realidad no logré nada.
2. No entendía eso de un fracaso. ¿Qué es un fracaso? Cuando era niño, yo creía que
era un porcentaje. Menos de sesenta y nueve significaba fracaso. Setenta para arriba
significaba éxito. Ese pensamiento no me ayudó. El fracaso no es un porcentaje ni un
examen. No es un hecho aislado. Es un proceso.
3. No estaba preparado para el fracaso. Cuando me gradué de la universidad, lo hice
entre el cinco por ciento mejor de la clase. Pero eso no quería decir nada. Había jugado con
éxito el juego de la escuela y había absorbido un montón de información. Pero no estaba
preparado para lo que me esperaba más adelante.
Me di cuenta de eso en mi primer trabajo. Como pastor de una pequeña iglesia rural, ese
primer año trabajé durísimo. Hice todo lo que la gente esperaba de mí, y un poco más. Pero
para ser sincero, me interesaba tanto conseguir personas que simpatizaran conmigo como
en ayudar a los demás.
En esa iglesia se acostumbraba a que cada año los miembros votaran para decidir si
reelegían a los líderes o no. Muchos de los líderes que yo conocí a través de los años
apreciaban contar con que ellos habían sido confirmados por unanimidad en sus cargos.
Mis expectativas eran altas mientras me preparaba a recibir mi primer respaldo por
unanimidad. Imagínense mi sorpresa cuando se contaron los votos: treinta y uno a favor,
uno en contra y una abstención. Eso me dejó anonadado.
Cuando llegué a casa esa noche, llamé a mi padre, quien era un pastor veterano, ex
superintendente de distrito en la denominación, y presidente de una universidad.
—Papi—le dije—, no puedo creerlo. Trabajé tan duro para esa gente. He hecho todo lo
que he podido.—Estaba a punto de echarme a llorar—. Alguien que votó contra mí quiere
que me vaya de la iglesia. Y una abstención equivale a un no. ¿Debería renunciar y buscar
otra iglesia?
Para mi sorpresa, escuché una gran risa al otro extremo de la línea.
—No, hijo, quédate donde estás—me dijo mi papá todavía riendo—. Es probable que
nunca vuelvas a obtener una votación tan buena como esa.
UN NUEVO RUMBO
En ese momento me di cuenta cuán irreal era la opinión que tenía del éxito y del fracaso. Si
algo había hecho la universidad, había sido reforzar mis nociones erróneas sobre el fracaso.
Y al ayudar a través de los años a líderes a crecer y desarrollarse me he dado cuenta que la
mayoría de las personas están en el mismo bote.
En la revista Leadership (Liderazgo), J. Wallace Hamilton afirma: «El aumento de los
suicidios, alcoholismo e incluso algunas formas de quebrantamientos nerviosos es
evidencia de que muchas personas se están preparando para el éxito cuando deberían
estarse preparando para el fracaso. Fracasar es mucho más común que triunfar; la pobreza
está más generalizada que la riqueza; y la desilusión es más normal que los logros».
Las personas se están preparando para el
éxito cuando deberían estarse preparando
para el fracaso. Fracasar es mucho más
común que triunfar; la pobreza está más
generalizada que la riqueza; y la desilusión
es más normal que los logros.
—J. WALLACE HAMILTON
¿Prepararse para fracasar? Este es un concepto tremendo y es la idea que me impulsó a
escribir este libro. En este momento usted tiene la oportunidad de asistir a una clase
conmigo que nunca se la dieron en la escuela. Quiero ayudarle a prepararse para el fracaso.
Quiero que aprenda cómo mirar con confianza la posibilidad de fracasar y trabajar para
transformar ese fracaso en victoria. Porque en la vida, la pregunta no es si vamos a tener
problemas, sino cómo vamos a enfrentarlos. ¿Vas a transformar tus problemas en victorias,
o vas a dar un paso atrás?
A MAL TIEMPO, BUENA CARA
Cuando pienso en las personas que han enfrentado problemas y han salido triunfantes, una
de las primeras que vienen a mi mente es Mary Kay Ash. Ella ha levantado una tremenda
organización. Durante los cuatro o cinco últimos años, he tenido muchas oportunidades de
hablar sobre liderazgo a las personas de su compañía de cosméticos. De hecho, al viajar a
través del país dictando conferencias y llevando a cabo seminarios, pareciera que no
importa dónde yo hable, siempre hay entre los asistentes a lo menos una docena de
consultores de Mary Kay.
Admiro a Mary Kay. Ella venció una serie de obstáculos en su carrera y nunca dejó que
los fracasos destruyeran lo mejor de ella. El primer trabajo de Mary Kay fue en ventas
directas donde alcanzó un notable éxito. Allí encontró que para una mujer era difícil
progresar en el mundo de las grandes corporaciones, especialmente en los años cincuenta y
comienzo de los sesenta, aun después de veinticuatro años de éxitos. Ella dice:
Traté de llegar a ser miembro de la junta de directores de la compañía, solo para descubrir
que aun cuando nuestro equipo de ventas estaba formado totalmente por mujeres, dirigido
por una junta formada solo por hombres, mi opinión no tenía ningún peso. Constantemente
me decían: «¡Mary Kay, de nuevo estás pensando como una mujer!» Sentía el rechazo en la
peor de las formas. Así es que decidí retirarme.1
Su retiro no duró mucho. Antes que transcurriera un mes, se volvió como loca. Decidió
comenzar su propia compañía. Si iba a tener que enfrentar obstáculos, estos estarían allí
porque venían con ella. Pensó en una compañía de cosméticos porque daría a cada mujer
que trabajara allí oportunidades ilimitadas. Compró las fórmulas de los mejores productos
que pudo encontrar en el mercado, elaboró un plan de mercadeo y se preparó para lanzar la
corporación.
¡PROBLEMAS!
No pasó mucho tiempo antes que se encontrara con el primer obstáculo. Cuando visitó a su
abogado para hacer los arreglos legales para la corporación, este la trató duramente,
prediciéndole el peor de los fracasos. «Mary Kay», le dijo, «si quiere dilapidar los ahorros
de su vida, ¿por qué mejor no va directamente al recipiente de la basura? Sería mucho más
fácil que lo que está pensando hacer». Su contador le habló en términos similares.
A pesar de los intentos por desanimarla, ella siguió adelante. Invirtió los cinco mil
dólares, ahorros de su vida, en su nuevo negocio. Cada centavo que tenía lo invirtió allí.
Puso a su esposo a cargo de la administración y ella se dedicó por entero a preparar los
productos, a diseñar los envases, a escribir el material para entrenamiento, y a reclutar
vendedores. Estaban haciendo progresos admirables. Pero entonces, un mes antes de abrir,
su esposo murió de un ataque al corazón.
La mayoría de la gente nunca habría sido capaz de seguir adelante después de eso.
Habrían aceptado la derrota y habrían dejado todo. Pero no Mary Kay. Ella se mantuvo
avanzando y el 13 de septiembre de 1963 lanzó su negocio. Hoy día, la compañía tiene más
de un billón de ventas al año, emplea a tres mil quinientas personas y capacita a quinientos
mil representantes en veintinueve mercados a través del mundo en el campo de las ventas
directas.2 Mary Kay ha recibido casi todos los trofeos y premios que un empresario pudiera
soñar. A pesar de las circunstancias adversas, los obstáculos y las desgracias, ella salió
adelante.
LA PREGUNTA IMPOSIBLE
Cuando estaba creciendo, una de las preguntas que acostumbraba oír de los conferenciantes
motivadores era esta: «Si se eliminara la posibilidad de un fracaso, ¿qué trataría de lograr?»
Si su percepción de la forma en que
reaccionaría ante el fracaso cambiara, ¿qué
trataría de lograr?
Aquello me parecía algo intrigante. Me hizo mirar adelante, hacia las posibilidades de
la vida. Pero entonces un día me di cuenta que era algo malo. ¿Por qué? Porque hacía a las
personas pensar en términos negativos. No hay logros sin fracasos. Solo sugerir la
posibilidad de que no haya fracasos da a las personas una impresión errada. Por eso, esta
pregunta es mejor: Si su percepción de la forma en que reaccionaría ante el fracaso
cambiara, ¿qué trataría de lograr?
Yo no sé qué obstáculos está enfrentando usted en su vida por estos días. Pero los que
sean, no importa. Lo que sí importa es que su vida puede cambiar si usted está dispuesto a
ver los fracasos en forma diferente. Usted tiene el potencial para vencer cualquier
problema, error o desgracia. Todo lo que tiene que hacer es aprender a ver los fracasos
como victorias potenciales. Si está listo para hacer eso, vuelva la página y sigamos.
Su primer paso hacia el lado positivo del fracaso:
Reconozca que hay una gran diferencia entre las personas
mediocres y las que triunfan
Fíjese en la forma en que los triunfadores enfrentan las experiencias negativas y podrá
aprender mucho sobre cómo transformar sus fracasos en victorias. Lea las dos listas
siguientes y determine cuál describe su forma de enfrentar los fracasos:
Dejarse derrotar por los fracasos
Transformar los fracasos en victoria
• Culpar a los demás
• Asumir la responsabilidad
• Repetir los mismos errores
• Aprender de cada error
• Esperar que nunca más se va a fracasar
• Reconocer que el fracaso es parte del progreso
• Esperar que se va a seguir fracasando
• Mantener una actitud positiva
• Aceptar ciegamente la tradición
• Desafiar las suposiciones anticuadas
• Sentirse limitado por los errores pasados
• Volver a arriesgarse
• Pensar que soy un fracasado
• Creer que algo no funcionó
• Ceder
• Perseverar
Piense en un reciente traspié que haya tenido. ¿Cómo reaccionó? No importa cuán
difíciles hayan sido sus problemas, la clave para vencerlos no está en cambiar sus
circunstancias. Está en que cambie usted. Este es un proceso y comienza con el deseo de
que alguien le enseñe. Si usted está dispuesto a hacer eso, va a ser capaz de enfrentar sus
fracasos con éxito. Desde este momento en adelante, comprométase a hacer lo que sea con
tal de obtener la victoria.
Paso hacia el lado positivo del fracaso:
1. Reconozca que hay una gran diferencia entre las personas mediocres y las que triunfan.
Redefinemos
fracaso
y éxito
2
Una nueva definición de fracaso y
éxito
La diferencia entre grandeza y mediocridad es a menudo
cómo una persona ve sus errores.
—NELSON BOSWELL
El 6 de agosto de 1999, un jugador de las grandes ligas de béisbol, en su turno al bate en el
estadio de Montreal, hizo otro out, el número cinco mil ciento trece de su carrera
profesional. ¡Esa cifra significa un montón de viajes al punto de bateo sin un solo hit! Si un
jugador queda fuera todas esas veces consecutivamente y promediara cuatro bateos por
juego, eso significaría que habría jugado ocho temporadas (mil doscientos setenta y ocho
juegos) ¡sin haber llegado jamás a primera base!
¿Se desanimó el jugador aquella noche? No. ¿Le pareció que le había fallado a su
equipo? No. Fíjese en esto. Antes, en el mismo juego, en su primera aparición en el plato,
ese jugador alcanzó una marca que solo veintiún otros jugadores en la historia del béisbol
habían logrado. Había completado la cifra de tres mil hit. Ese jugador fue Tony Gwynn de
los Padres de San Diego.
Durante aquel juego, Tony consiguió en cinco intentos conectar cuatro hit. Pero eso no
es usual en él. Por lo general, él no logra un hit en dos de cada tres intentos. Es posible que
estos resultados no parezcan muy espectaculares, pero si usted sabe de béisbol, tendrá que
reconocer que la habilidad de Tony para lograr consistentemente solo una vez en tres
intentos ha hecho de él el más grande creador de hit en su generación. Y Tony sabe que con
sus hit ha logrado una gran cantidad de out.
Durante más de diez años he sido un seguidor fanático de Tony Gwynn. Cuando vivía
en San Diego, compraba boletos para toda la temporada de los Padres. Allí lo vi hacer su
primer juego. Y desde entonces he seguido su carrera muy atentamente. Al acercarse al hit
número tres mil, yo sabía que quería presenciar su hazaña de alcanzar esa marca jugara
donde jugara.
El día que se suponía que lo lograría, yo estaba terminando una serie de conferencias
sobre liderazgo en la ciudad de Chicago. Al día siguiente tenía que estar en Philadelphia
para otro compromiso. Me las arreglé para cambiar mis boletos de avión. Luego llamé a mi
yerno, Steve, que estaría en la siguiente conferencia conmigo, y lo invité para que nos
fuéramos a Montreal para ver el juego.
Mientras viajaba, me di cuenta que estaríamos bastante apretados de tiempo pero me
dije que saldría todo bien. Cuando llegamos al aeropuerto, todo parecía perfecto. Pero
después de abandonar el avión, Steve fue retenido en la aduana. Con el reloj marcando los
minutos, me dije que perderíamos la primera intervención de Tony al bate. Y así fue.
Cuando llegamos al estadio, ya Tony había bateado su hit número tres mil.
¿CÓMO DEFINE USTED EL FRACASO?
Uno de los más grandes problemas que la
gente tiene respecto del fracaso es que juzgan
demasiado apresuradamente situaciones
aisladas en sus vidas y las clasifican como
fracasos. En lugar de hacer eso, deberían
mantener en mente el cuadro total de cada
situación.
—KYLE ROTE JR.
¿Nos sentimos derrotados cuando nos dimos cuenta que era probable que nos perdiéramos
el momento histórico en que Tony lograría su batazo número tres mil? No. ¿Dimos media
vuelta y nos alejamos del estadio cuando al llegar allí, supimos que ya había logrado lo que
queríamos presenciar? No. ¿Me sentí fracasado cuando al tratar de comprar un programa,
me di cuenta que ya todos se habían vendido? No. Nos hacía estar contentos el ser parte de
la celebración. Y como Tony, nos sentíamos recompensados con el solo hecho de estar allí
cuando él lograra sus hit. Más tarde en el juego, cuando Tony bateó una bola a las
graderías, yo la cogí. Unas pocas semanas más tarde, Tony me la firmó y ahora tengo un
recuerdo de su hit número tres mil.
Uno de los más grandes problemas que la gente tiene respecto del fracaso es que juzgan
demasiado apresuradamente situaciones aisladas en sus vidas y las clasifican como
fracasos. En lugar de hacer eso, deberían mantener en mente el cuadro total de cada
situación. Alguien como Tony Gwynn no piensa que un out que haga es un fracaso. Él ve el
out en el contexto general del juego. Su perspectiva lo lleva a perseverar. Su perseverancia
le da longevidad. Y la longevidad le ofrece oportunidades para tener éxito.
FRACASO NO ES …
Cambiar su perspectiva del fracaso le ayudará a perseverar para finalmente alcanzar lo que
desea. ¿Entonces, cómo va a juzgar el fracaso? Déjeme comenzar echando una mirada a
siete cosas que el fracaso no es.
1. La gente cree que el fracaso se puede evitar, y no se puede
Todos fallamos y cometemos errores. Seguramente usted ha oído aquello de que «errar
es humano, perdonar es divino» y que Alexander Pope escribió hace más de doscientos
cincuenta años. Lo que él estaba haciendo era nada más que parafraseando un dicho que era
muy común dos mil años antes durante el tiempo de los romanos. Hoy las cosas son muy
parecidas a como eran en aquel tiempo. Si usted es un ser humano, va a cometer errores.
Es probable que esté familiarizado con la Ley de Murphy y el Principio de Pedro. Hace
poco me encontré con algo que se ha dado en llamar Reglas para el ser humano. Creo que
la lista describe bien el estado en que nos encontramos como personas:
Regla # 1:Usted tiene que aprender lecciones.
Regla # 2:No hay faltas, solo lecciones.
Regla # 3:Una lección se repite hasta que se aprende.
Regla # 4:Si no aprende las lecciones fáciles, se hacen más difícil. (El dolor es una
forma en que el universo consigue que se le preste atención.)
Regla # 5:Usted sabrá que ha aprendido una lección cuando sus acciones cambien.
Norman Cousins tenía razón cuando dijo: «La esencia del hombre es la imperfección».
Entonces, convénzase de que va a cometer errores.
2. La gente cree que fallar es el resultado de algo, y no lo es
Cuando estaba en mi época de crecimiento, creía que el fracaso venía en un momento.
El mejor ejemplo que puedo recordar para ilustrar esto es cuando hacemos un examen. Si
usted obtiene una F, eso significa que fracasó. Pero con el tiempo me he convencido que el
fracaso es un proceso. Si usted falla en un examen, eso no significa que falló en un
resultado una sola vez. La F muestra que usted falló en el proceso que habría de
desembocar en el examen.
En 1997, escribí un libro titulado The Success Journey [El viaje al éxito]. En él se
ofrece un vistazo a lo que significa ser una persona de éxito. Allí defino el éxito en estos
términos:
Saber lo que quiero alcanzar en la vida
Esforzarme para desarrollar todo mi potencial
Sembrar para el beneficio de otros
La tesis del libro es que el éxito no es un destino, un lugar al cual se va a llegar algún
día. El éxito es un viaje que usted inicia. Y el éxito se va alcanzando según lo que usted
haga día tras día. En otras palabras, el éxito es un proceso.
El fracaso actúa de la misma manera. No es un lugar al que se llega. Como el éxito, no
es un resultado ni es un fracaso. Es cómo usted enfrenta la vida a lo largo del camino.
Nadie puede decir que ha fracasado mientras no exhale el último suspiro. Hasta ese
momento, todavía estará en proceso, y aun no se habrá dicho la última palabra.
3. La gente cree que el fracaso es objetivo, y no lo es
Cuando usted se equivoca, sea que calcule mal una operación matemática, que olvide
una fecha importante, que no haga bien algo, que no tome la mejor decisión en cuanto a sus
hijos o que pierda la oportunidad de su vida, ¿qué determina que tal acción fue un fracaso?
¿Se fija usted en el tamaño del problema que se generó o en la cantidad de dinero que le
costó a usted o a su organización? ¿Está determinado por la reacción que pudiera tener su
jefe o las críticas que pudieran venir de otras personas? No. El fracaso no se determina de
esta manera. La respuesta es que usted es la única persona que puede realmente decidir que
ha fracasado. Esto es algo subjetivo. Su percepción y la forma en que reacciona ante sus
errores determinan si sus acciones son o no un fracaso.
Usted es la única persona que puede
realmente decidir que ha fracasado.
¿Sabía usted que los empresarios casi nunca despegan al primer intento? ¿Ni al
segundo? ¿Ni al tercero? Según Lisa Amos, profesora de comercio de la Universidad
Tulane, el promedio de veces que los hombres de negocios fracasan antes de dar con el
éxito es de 3,8. Pero no se desalientan por problemas, fracasos o errores. ¿Por qué? Porque
ellos no ven los reveses como errores. Y reconocen que tres pasos hacia adelante y dos
hacia atrás aun equivale a uno hacia adelante. Y como resultado, superan el promedio y
llegan a triunfar.
4. La gente cree que el fracaso es un enemigo, y no lo es
La mayoría de la gente trata de evitar los fracasos como se evita una plaga. Le temen.
Pero de la adversidad es que surgen los éxitos. El entrenador de básquetbol de la NBA,
Rick Pitino, lo dijo aun más enfáticamente. «Es bueno fracasar. Porque el fracaso es como
el fertilizante. Todo lo que he aprendido sobre cómo dirigir un equipo lo he aprendido
cometiendo errores».
Las personas que ven el fracaso como un enemigo, son cautivas de aquellos que lo
vencen. Herbert V. Brocknow lo dice de esta manera: «El que no comete errores sirve al
que sí los comete». Observe a cualquier triunfador y descubrirá en él a una persona que no
ve los fracasos como enemigos. Esto es verdad en cualquier esfuerzo. La musicóloga Eloise
Ristad dice que «cuando nos damos permiso para fallar, al mismo tiempo nos estamos
dando permiso para superarnos».
5. La gente cree que fallar es algo irreversible, y no lo es
En Texas hay un viejo adagio que dice: «No importa cuánta leche derrames, lo que
importa es no perder la vaca». En otras palabras, los errores no son irreversibles. Hay que
mantener la perspectiva. Los problemas vienen cuando uno solo ve la leche que derrama y
no el cuadro completo, incluyendo la vaca. La gente que ve sus errores en forma correcta se
aprovecha de ellos.
Los errores no hacen a las personas darse por
vencidas.
Los éxitos no hacen a las personas creer que ya lo
alcanzaron todo.
Cada resultado, sea bueno o malo, es un pequeño pasado en el proceso de vivir. O como
lo dice Tom Peters: «Si no se hicieran cosas insignificantes, nunca habrían cosas grandes».
6. La gente cree que el fracaso es un estigma, y no lo es
Los errores no son una marca permanente. Me gusta la perspectiva del fallecido senador
Sam Ervin Jr., quien decía: «Tanto la derrota como la victoria sirven para remecer el alma y
dejar la gloria fuera». Así es como tenemos que ver al fracaso.
El promedio de veces que los hombres de
empresa fracasan antes de dar con el éxito es
de 3,8.
Cuando cometa errores, no deje que lo desmoralicen. Y no piense en ellos como un
estigma. Haga de cada fracaso un peldaño de la escalera que lleva al éxito.
7. La gente cree que después del fracaso ya no hay más, y no es así
No permita que aun lo que parezca un tremendo fracaso le impida luchar por lograr el
éxito. Piense en la historia de Sergio Zyman. Era la mente maestra detrás de la nueva
imagen de la Coca-Cola, algo que el asesor de mercadeo Robert McMath ve como uno de
los más grandes fracasos en materia de productos de todos los tiempos.1 Zyman, quien
lanzó al mercado con todo éxito la Coca-Cola de Dieta, creía que la Coca-Cola necesitaba
actuar enérgicamente para revertir sus veinte años de declinación en el mercado contra su
rival, Pepsi. Su solución fue dejar de ofrecer la bebida que había sido popular por cerca de
cien años, cambiar la fórmula y ofrecer la nueva Coca-Cola. El intento fue un fracaso
monumental que en 1985 duró setenta y nueve días y significó a la compañía una pérdida
de cien millones de dólares. La gente rechazó la nueva Coca-Cola. Y esto significó la salida
de Zyman de la compañía.
Pasos al éxito
Pero los problemas de Zyman con la nueva Coca-Cola no lo mantuvieron en el piso de
la derrota. Años más tarde, cuando se le preguntó si la aventura había sido un error, Zyman
respondió: «¡Definitivamente, no!»
¿Un fracaso? «No».
¿Un disparate, un tropezón, un fallo? «Otra palabra entre “fallo” y … algo más»,
contestó. «Ahora, si ustedes me dijeran que “la estrategia en la que se embarcaron no
resultó”, yo les diría: “Absolutamente. No resultó” Pero la totalidad de la acción terminó
siendo positiva». Porque el retorno de la Coca-Cola Clásica hizo más fuerte a la compañía.
La afirmación de Zyman fue confirmada por Roberto Coizueta, el fallecido presidente y
ejecutivo jefe de la Coca-Cola. Él recontrató a Zyman en 1993. «Juzguen los resultados»,
dijo Coizueta. «Nosotros pagamos para producir resultados no para estar en lo correcto».2
TODO DEPENDE DEL LADO QUE LO MIRE
Si usted tiende a fijarse en los extremos del éxito y del fracaso y a fijarse en resultados
particulares en su vida, trate de poner las cosas en perspectiva. Cuando lo haga, va a poder
compartir la filosofía de alguien tan importante como el apóstol Pablo quien pudo decir:
«He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación» (véase Filipenses 4.11). Y
eso es mucho decir, considerando que Pablo había sido un náufrago, lo habían azotado,
golpeado, apedreado y apresado. En todo eso, su fe le permitió mantener la perspectiva. Y
se dio cuenta que no tenía importancia alguna lo que otros dijeran de él, si estaba haciendo
lo que se esperaba que hiciera.
La vida de cada persona está llena de errores y experiencias negativas. Pero sepa esto:
Los errores se transforman en faltas cuando los
percibimos y reaccionamos a ellos incorrectamente.
Las faltas se transforman en fracasos cuando
contínuamente reaccionamos a ellas incorrectamente.
Las personas que fracasan en su intento de progresar pueden ver sus errores o
experiencias negativas como una parte normal de la vida, aprender de ellas y luego
intentarlo de nuevo. El que persevera alcanza el propósito de su vida.
En cierta ocasión, Washington Irving dijo: «Las mentes grandes tienen propósitos; las
otras tienen deseos. Las mentes pequeñas están dominadas por los infortunios, pero las
mentes grandes se sobreponen a ellos».
La verdad terrible es que todos los caminos al éxito pasan por la tierra del fracaso. Y
esta se encuentra entre cada ser humano que tuvo un sueño y la realización de ese sueño. La
buena noticia es que cualquiera puede pasar con éxito a través del fracaso. Por esto el autor
Rob Parsons decía que «el mañana pertenece a los fracasos».
Los errores se transforman en faltas cuando
los percibimos y reaccionamos a ellos
incorrectamente. Las faltas se transforman
en fracasos cuando de manera continua
reaccionamos a ellas incorrectamente.
—KYLE ROTE JR.
Demasiadas personas creen que el proceso es cosa fácil. El prolífico inventor
estadounidense Thomas Edison observó esta actitud en muchas personas. Y esto fue lo que
dijo al respecto:
El fracaso, en realidad, es una cuestión de concepto. Las personas no trabajan duro porque,
en su concepto, se imaginan que van a alcanzar el éxito sin mayor esfuerzo. Muchos creen
que una mañana van a despertar siendo ricos. En realidad, esto es verdad sola a medias,
porque en algún momento, van a despertar.
Cada uno de nosotros tiene que tomar una decisión. ¿Vamos a pasarnos la vida
durmiendo, evitando los fracasos a todo costo? ¿O vamos a despertar y a darnos cuenta que
el fracaso es simplemente un precio que hay que pagar para llegar al éxito? Si adoptamos
esta nueva definición de fracaso, entonces estaremos libres para movernos hacia adelante y
transformar los fracasos en victorias.
IR ADELANTE SOBRE LOS TALONES DE LA TRAGEDIA
En cierta ocasión oí una gran historia sobre el precio que alguien tuvo que pagar para lograr
el éxito. Todo comenzó cuando hice arreglos para reunirme con dos amigos. El año
anterior, cuando había dado unas conferencias para la empresa Auntie Anne Pretzels, estuve
charlando con Anne Beiler, la fundadora de la compañía. Mientras hablábamos, ella
reconoció en Truett Cathy, el fundador de la cadena de restaurante «Chick-fil-A», como a
uno de sus héroes.
—¿Le gustaría reunirse con ellos?—le pregunté.
—¿Los conoce?—me preguntó un tanto sorprendida.
—Ya lo creo que sí—respondí.
Cuando en 1997 mudé mi compañía, el Grupo INJOY, a Atlanta, Truett y su hijo Dan
Cathy nos pusieron debajo de sus alas.
—Somos excelentes amigos—y agregué—. Voy a hacer los arreglos para que comamos
un día de estos.
Inmediatamente fijé una fecha y un poco después de eso, mi esposa Margaret y yo
estábamos reunidos para comer con Truett Cathy, Anne y Jonas Beiler, y Dan y Rhonda
Cathy. Tuvimos un tiempo hermoso. Me sorprendí cómo Anne y Dan (que es el presidente
de Chick-fil-A International) intercambiaron información sobre sus negocios.
Esto me agradó porque vi que ellos estaban disfrutando de una buena conexión. Pero
para mí lo más notable de la noche fue oír a Truett Cathy contar la historia de sus
comienzos en el negocio de los restaurantes y cómo llegó a fundar Chick-fil-A.
CÓMO COMENZÓ TODO
Lo que dijo Truett de sus actividades cuando era niño me indicó que él nació para los
negocios. Cuando estaba en segundo grado, descubrió que podía comprar una caja de seis
botellas de Coca-Cola por veinticinco centavos, venderlas cada una en cinco centavos y
ganarse un veinte por ciento. No pasó mucho tiempo antes que empezara a comprar bebidas
gaseosas por cajas, las ponía en hielo y aumentó así su capital y sus ganancias. Cuando
empezó a hacer frío y bajaron las ventas de bebidas, empezó a comerciar en revistas. A los
once, empezó a ayudar a un vecino en su ruta de distribución. Un año más tarde, tenía su
propia ruta.
Como muchos jóvenes de esa época, Truett se alistó en el ejército. Cuando en 1945 fue
licenciado, estaba listo para buscar su oportunidad. Lo que lo atraía era echar a andar un
restaurante, y su sueño era trabajar con Ben, uno de sus hermanos. Después de haber
aprendido algo sobre el negocio, juntaron un poco de dinero, ubicaron un local en
Hapeville, Georgia, en el lado sur de Atlanta, montaron un restaurante y lo abrieron con el
nombre de «Dwarf Grill» (posteriormente Dwarf House). Estaba abierto las veinticuatro
horas del día, seis días a la semana, y aunque requería una increíble cantidad de trabajo,
empezó a dar ganancias desde la primera semana. Pero no pasaría mucho tiempo antes que
Truett enfrentara el primero de una serie de reveses importantes.
PÉRDIDAS TRÁGICAS
La primera vino solo tres años después que abrieron el restaurante. Dos de los hermanos de
Truett iban en una avioneta privada que se accidentó camino a Chattanooga, Tennessee.
Ambos murieron. Es duro perder a un socio. Perder a dos hermanos fue horrible. Truett
estaba deshecho. Una vez que se repuso del golpe emocional, siguió adelante solo. Un año
después, contrató a Eunice, la viuda de Ben, para que trabajara con él en el negocio y unos
meses más tarde, abrió su segundo restaurante.
En ese momento las cosas iban bastante bien. Hasta que una noche lo despertó una
llamada telefónica. Se había declarado un incendio en su segundo restaurante. Corrió para
ver qué podía hacer, pero cuando llegó vio que el fuego lo había destruido todo. Eso, en sí,
ya era malo. Peor era que prácticamente no tenía seguro.
Dentro de unas cuantas semanas, Truett tuvo otro revés desalentador. Descubrió que
tenía pólipos en el colon, los que tendrían que ser extirpados. El momento no podía ser más
inadecuado. En lugar de reconstruir el restaurante, tuvo que internarse. Una operación se
transformó en dos y, para su desánimo, tuvo que estar varios meses alejado del trabajo, una
eternidad para un comerciante energético como era él.
LIMONES EN LIMONADA …
Y EMPAREDADOS DE POLLO
¿Qué hace un empresario cuando tiene que permanecer en cama durante meses? Si se trata
de Truett Cathy, sale con una idea de un millón de dólares. El tiempo que la enfermedad lo
mantuvo alejado del frente de su negocio lo inspiró para darle vueltas a un nuevo concepto.
A él siempre le había gustado el pollo; de hecho, había sido parte importante del menú de la
Dwarf House. Por un tiempo, el restaurante había incluido en el menú pechuga de pollo sin
hueso. ¿Qué pasaría, se preguntó, si tomo la pechuga del pollo, la sazono y la frío y la
relleno con los condimentos apropiados? La respuesta es el emparedado «Chick-fil-A» y el
comienzo de la cadena personal de restaurantes más grande del mundo.
Muchos de los fracasos en la vida los
experimentan personas que no se dan cuenta
cuán cerca estuvieron del éxito cuando
decidieron darse por vencidos.
—THOMAS EDISON
Hoy, Truett Cathy es reconocido en la industria de la comida rápida como el inventor
del emparedado de pollo. Chick-fil-A opera más de novecientos restaurantes a través de los
Estados Unidos y su sede principal la tiene en la parte sur de Atlanta, en un edificio de
doscientos mil pies cuadrados construido en un terreno de setenta y tres acres. En el año
2000 llegó a ser una compañía multimillonaria. Es una de las operaciones más exitosas en
el negocio de los restaurantes, vendiendo millones de emparedados de pollo e innumerables
galones de su famosa limonada recién hecha. El negocio sigue creciendo. Pero nunca habría
llegado a ser lo que es si Truett Cathy no hubiese experimentado los reveses que le
sobrevinieron, si no hubiese mantenido su perspectiva, y se hubiese dado cuenta que unas
pocas experiencias negativas no hacen el fracaso.
Thomas Edison creía que «muchos de los fracasos en la vida los experimentan personas
que no se dan cuenta cuán cerca estuvieron del éxito cuando decidieron darse por
derrotados». Si puede cambiar la forma en que ve el fracaso, entonces ganará en fuerzas
para mantenerse en la carrera. Busque una nueva definición de fracaso. Tómelo como el
precio que tiene que pagar por el progreso. Si puede hacer esto, se pondrá en una mucho
mejor posición para triunfar.
Su segundo paso hacia el lado positivo del fracaso:
Aprenda una nueva definición de fracaso
¿Cómo se puede ayudar usted mismo a aprender una nueva definición de fracaso y
desarrollar una perspectiva diferente sobre el fracaso y el éxito? Cometiendo errores. Chuck
Braun, de Idea Connection Systems anima a los que buscan entrenamiento para pensar en
forma diferente mediante el uso de una cuota de errores. Da a cada alumno una cantidad de
treinta errores para que cometan en cada sesión de entrenamiento. ¿Y si un estudiante se
pasa de esa cifra? Recibe otros treinta. Como resultado, el estudiante se relaja, ve los
errores desde una perspectiva diferente, y empieza a aprender.
Al emprender su próximo proyecto o asignación importante, otórguese una razonable
cuota de errores. ¿Cuántos espera alcanzar? ¿Veinte? ¿Cincuenta? ¿Noventa? Asígnese una
cantidad y trate de alcanzarla antes de terminar el trabajo. Recuerde, los errores no definen
el fracaso. Son nada más que el precio de alcanzar el éxito en la jornada.
Pasos hacia el lado positivo del fracaso:
1. Reconozca que hay una gran diferencia entre las personas mediocres y las que triunfan.
2. Aprenda una nueva definición de fracaso.
3
Si falló, ¿significa que usted es un
fracasado?
Fracasar no es tan malo si no se trata de un ataque al corazón.
Triunfar es bueno si no se va a la cabeza.
-GRANTLAND RICE
Hace años, en una entrevista, David Brinkley le preguntó a la columnista consejera Ann
Landers cuál era la pregunta que con más frecuencia le hacían sus lectores. Ella respondió:
«¿Qué es lo que me pasa?»
La respuesta de la señora Landers revela mucho sobre la naturaleza humana. Mucha
gente lucha con sentimientos de fracaso, que son los pensamientos de duda más dañinos. En
el corazón de estas dudas y sentimientos hay una pregunta central: ¿Soy un fracasado? Y
ese es un problema porque yo creo que es casi imposible que una persona crea que es un
fracasado y al mismo tiempo luche por salir adelante.
Pareciera que los columnistas consejeros (como Ann Landers) y los columnistas de
humor coincidieran en reconocer que mantener una buena perspectiva de uno mismo es
importante para derrotar a la adversidad y los errores cometidos. La fallecida Erma
Bombeck, quien escribió una muy difundida columna semanal de humor hasta pocas
semanas antes de morir en 1996, tenía una firme convicción sobre lo que significa
perseverar y salir adelante sin tomar los fracasos demasiado en serio.
DE ESCRITORA DE OBITUARIOS EN UN PERIÓDICO A
LA PORTADA DE LA REVISTA TIME
Al comienzo de su carrera, Erma Bombeck tuvo que transitar por un camino lleno de
dificultades. A edad temprana ya se sentía atraída por el periodismo. Su primer trabajo,
cuando era una adolescente, fue escribir obituarios en el Journal-Herald de Dayton.
Cuando salió del colegio y quiso ingresar a la Universidad de Ohio, un consejero estudiantil
le dijo: «Olvídese de ser escritora». Ella rechazó ese consejo. Más tarde se pasó a la
Universidad de Dayton donde en 1949 se graduó en inglés. Poco después empezó a trabajar
como escritora para la columna de defunciones de la página femenina.
Ese año, la adversidad golpeó su vida personal. Al contraer matrimonio, uno de sus más
grandes deseos era ser madre. Pero para su tristeza, los médicos le anunciaron que no
podría tener hijos. ¿La hizo eso darse por vencida y considerarse una fracasada? No. Ella y
su esposo exploraron la posibilidad de la adopción y adoptaron una niñita.
Dos años más tarde, una sorprendida Erma descubrió que estaba embarazada. Pero eso
le trajo aun mayores dificultades. En cuatro años tuvo cuatro embarazos pero solo dos de
los bebés sobrevivieron.
En 1964, Erma logró convencer al editor de un pequeño periódico de un barrio, el
Kettering-Oakwood Times, que le publicara una columna humorística semanal. No obstante
la cantidad insignificante de tres dólares que le pagaban por artículo, esto la mantuvo.
Aquella columna le abrió otra puerta. Al año siguiente le ofrecieron la oportunidad de
escribir una columna tres veces a la semana para su antiguo empleador, el Journal-Herald
de Dayton. En 1967, su columna aparecía en más de novecientos periódicos en toda la
nación.
Erma escribió su columna humorística por algo más de treinta años. Durante ese
tiempo, publicó quince libros, fue reconocida como una de las veinticinco mujeres más
influyentes de los Estados Unidos, aparecía frecuentemente en el programa de televisión
Buenos días, América, apareció en la cubierta de la revista Time, recibió innumerables
honores (como la Medalla al mérito de la Sociedad Americana del Cáncer), y fue
distinguida con quince doctorados honorarios.
MÁS PROBLEMAS DE LA CUENTA
Pero durante ese tiempo, Erma Bombeck también experimentó increíbles angustias y
pruebas, incluyendo un cáncer de mama, una mastectomía y deficiencia renal. Y no dudó
en revelar su perspectiva sobre las experiencias de su vida:
Di el discurso de inauguración de las clases en la universidad, y les dije a todos que yo
estaba ahí arriba y ellos allá abajo no por mis éxitos, sino por mis fracasos. Luego los puse
a todos a rascarse la cabeza: un disco humorístico del que vendí dos copias en Beirut … un
programa cómico que duró lo que un dulce en una casa donde hay niños … una obra para
Broadway que nunca llegó a Broadway … un libro de firmas al que llegaron dos personas,
una preguntando dónde estaba el baño y la otra queriendo comprar la mesita donde estaba
el libro.
Lo que usted tiene que decirse es: «No soy un fracasado, solo fracasé al intentar hacer
algo». Hay una gran diferencia entre una cosa y otra … Personalmente y, para ser sincera,
ha sido un camino duro. He sepultado bebés, he perdido a mis padres, he tenido cáncer y
me he preocupado de los niños. El secreto es ponerlo todo en perspectiva … y eso es lo que
yo hago.1
Dígase: No soy un fracasado. Solo fallé al
intentar hacer algo. Hay una gran diferencia
entre una situación y otra.
Esa fue la actitud que tuvo Erma Bombeck mientras vivió. (Le gustaba referirse a sí
misma como «una ex dueña de casa y ex escritora de obituarios».) Se mantuvo avanzando y
escribiendo a pesar de los desalientos, el dolor, las cirugías, y la diálisis diaria hasta que
murió a los sesenta y nueve años.
CADA GENIO PUDO HABER SIDO UN «FRACASADO»
Cada persona de éxito es alquien que falló, pero nunca se consideró un fracasado. Por
ejemplo, a Wolfgang Amadeus Mozart, uno de los más grandes genios musicales, el
emperador Ferdinando le dijo que su ópera Las bodas de Fígaro era «demasiado ruidosa» y
que tenía «demasiadas notas». El pintor Vincent Van Gogh, cuyos cuadros alcanzan
actualmente cifras astronómicas cuando se ponen a la venta, durante toda su vida vendió
solo un cuadro. Thomas Edison, el más prolífico inventor en la historia, era considerado
cuando joven alguien imposible de aprender nada. Y a Albert Einstein, el más grande
pensador de nuestro tiempo, un maestro de Munich le dijo que «nunca llegaría muy arriba».
A todos los grandes hombres de éxito se les
ha dado múltiples razones para creer que
han sido unos fracasados. Pero, a pesar de
eso, han perseverado.
Creo que no es exagerado decir que a todos los grandes hombres de éxito se les han
dado múltiples razones para creer que han sido unos fracasados. Pero, a pesar de eso, han
perseverado. Frente a la adversidad, el rechazo y los errores, siguen creyendo en ellos y
rehúsan considerarse unos fracasados.
QUERER TRIUNFAR NO ES UNA FALSA AUTOESTIMA
En los últimos veinte años, como educadores en los Estados Unidos, hemos visto a muchos
estudiantes que por haber reprobado algún examen se han desanimado y su deseo de seguir
estudiando ha declinado. Esto los ha llevado a tratar de hallar formas de revertir esa
tendencia. Una teoría popular dice que la mejor manera de mejorar la capacidad de los
niños es inflar su autoestima. Cuando los educadores observaron que los estudiantes con
éxito tenían confianza, reflexionaron que con solo estimular la autoestima se producirían
los resultados esperados. Pero tal teoría se ha vuelto contra ellos. Porque investigadores han
descubierto que trabajando sobre el ego de los niños se consiguen efectos negativos:
indiferencia por la excelencia, incapacidad de superar las adversidades, y agresividad hacia
la gente que los critica.2
Yo doy un alto valor a reconocer los méritos de las personas, especialmente de los
niños. Realmente, creo que las personas esperan más de uno de lo que uno mismo espera de
sí. Pero también creo que la alabanza hay que fundamentarla en la verdad. Uno no hace
cosas para que los demás lo exalten. Este es el criterio que yo uso para animar y guiar a
otros:
Aprecie a las personas.
Alabe el esfuerzo.
Premie el trabajo.
Este método lo uso con todos. Incluso conmigo mismo. Cuando estoy trabajando, no
me brindo un reconocimiento a menos que haya terminado lo que estaba haciendo. Cuando
emprendo una tarea o un proyecto, me doy por entero y sin pensar en lo que va a resultar,
tengo mi conciencia tranquila. Duermo bien por las noches. Y sin detenerme a pensar en los
errores que cometo o cuantas veces me equivoco, no dejo que esto devalúe el aprecio que
tengo por mí mismo. Como afirma el dicho popular: «Dios usa a la gente que falla, porque
no tiene a quién más echarle mano».
Como muchos, supongo que a usted debe serle duro mantener una actitud positiva y
evitar sentirse un fracasado. Pero sepa esto: Es posible cultivar una actitud positiva respecto
a usted mismo, no importa en qué circunstancias se encuentre o la historia que usted tenga.
SIETE HABILIDADES NECESARIAS PARA
TRANSFORMAR LOS FRACASOS EN VICTORIAS
Estas son siete habilidades que tienen los triunfadores y que los capacitan para no dejarse
vencer por los errores que cometen, sino que los hacen seguir hacia adelante:
1. Los triunfadores rechazan el rechazo
El escritor James Allen dice: «Una persona es literalmente lo que piensa, su carácter es
la suma de todo su pensamiento». Esto es porqué es tan importante pensar en la forma
correcta.
La gente que no se rinde se mantiene probando porque no basa su autoestima en lo que
realiza. En lugar de eso, tienen una autoimagen basada en lo interior. En lugar de decir:
«Soy un fracasado», dicen: «Fallé esta vez», o «cometí un error».
El sicólogo Martin E. Seligman cree que cuando fallamos tenemos dos opciones:
Podemos interiorizar o exteriorizar nuestro fracaso. Dice que «cuando falla, la gente que se
culpa tiene un pobre concepto de sí misma, cree que no vale nada, que no tiene talento, que
nadie la quiere. Pero la gente que culpa a factores externos no pierde su autoestima cuando
la golpean hechos negativos». Para mantener la perspectiva correcta, asuma la
responsabilidad por sus actos, pero no tome sus fracasos como cosa personal.
2. Los triunfadores ven el fracaso como algo temporal
Para la gente que personaliza los fracasos los problemas son como un hueco que los
está succionando permanentemente. Pero los triunfadores ven las cosas como algo
temporal. Por ejemplo, tomemos el caso del presidente Harry S. Truman. En 1922 tenía
treinta y ocho años, estaba lleno de deudas y no tenía trabajo. En 1945, era el líder más
poderoso del mundo libre, ocupando la oficina más importante sobre la faz de la tierra. Si
hubiese visto su fracaso como algo permanente, se habría quedado donde estaba y jamás
habría podido mantenerse probando y creyendo en su potencial.
Cuando los triunfadores fallan, ven el
fracaso como algo temporal, no como un mal
para toda la vida.
3. Los triunfadores ven los fracasos como acontecimientos aislados
En cierta ocasión, el escritor Leo Buscaglia hizo referencia a su admiración por la
experta en cocina Julie Child: «Me gusta su actitud. Dice: “Esta noche vamos a hacer un
suflé”. Y con un golpe por aquí, un batido por allá y una serie de aparatos que deja caer al
piso hace todas esas cosas maravillosamente humanas. Luego toma el suflé y lo mete en el
horno y conversa con usted por unos momentos. Finalmente, dice: “¡En un minuto estará
listo!” Pero cuando abre el horno, el suflé está delgado como un panqué. ¿Pero se desespera
por eso y rompe en llanto? ¡No! Sonríe, y dice: “Bueno, no se puede ganar siempre, así es
que ¡buen provecho!”»
Cuando los triunfadores fallan, ven el fracaso como algo temporal, no como un mal
para toda la vida. No es una cosa personal. Si usted quiere triunfar, no permita que un
incidente aislado afecte la opinión que usted tiene de sí mismo.
4. Los triunfadores son realistas en lo que esperan
Mientras más grande sea la hazaña que usted quiera alcanzar, mayor será la preparación
mental que necesite para vencer los obstáculos y perseverar en el largo camino que tiene
por delante. Si quiere dar un paseo por la manzana donde vive, lo más seguro que no
esperará encontrarse con problemas. Pero bien distinto sería si se propusiera escalar el
Monte Everest. Esto exige tiempo, esfuerzo y la capacidad para vencer los contratiempos.
Tiene que enfrentar cada día con expectativas razonables y no dejarse abatir cuando las
cosas no salgan como usted quiere.
Ilustra bien este punto algo que ocurrió en el juego que inauguró la temporada de
béisbol en el año 1954. El juego era entre los Bravos de Milwaukee y los Rojos de
Cincinnati. Por cada equipo hacía su debut en grandes ligas un novato. El novato que
jugaba por los Rojos impulsó cuatro dobles y ayudó a su equipo a ganar por nueve carreras
a ocho. El novato de los Bravos quedó cero por cinco. El jugador de los Rojos era Jim
Greengrass, un nombre que quizás no haya vuelto a escuchar. El otro nombre, del jugador
que no logró nada en aquel juego, posiblemente le resulte más familiar. Se trata de Hank
Aaron, quien llegó a ser el mejo «jonronero» en la historia del béisbol.
Si las expectativas de Aaron en aquel primer juego hubiesen sido exageradas, quién
sabe qué habría sido de él como beisbolista. A lo mejor habría dejado de jugar. Sin duda
que su actuación de aquel día no le produjo ninguna satisfacción, pero él no pensó que
había fracasado. Había trabajado muy duro durante mucho tiempo. No se daría por
derrotado fácilmente.
5. Los vencedores se concentran en lo que pueden hacer
Otra manera en que los vencedores evitan personalizar sus fracasos es poner su atención
en sus capacidades. Bob Butera, ex presidente del equipo de jockey «Los Diablos» de New
Jersey, respondió así a una pregunta que le hicieron sobre qué es lo que hace a un vencedor:
«Lo que distingue a un vencedor de un perdedor es que el vencedor se concentra todo el
tiempo en lo que puede hacer, no en lo que no puede hacer. Si un jugador es bueno para
tirar a la portería del equipo rival, pero no es bueno para desplazarse por la cancha, le
decimos que se concentre en tirar, tirar y tirar, nunca en que un rival puede ganarle en el
patinaje. La idea es que siempre piense en sus triunfos».
Si una debilidad es cuestión de carácter, hay que prestarle mucha atención. Concéntrese
en eso hasta que la supere; lo mejor para transformar los fracasos en victorias es desarrollar
y maximizar las capacidades personales.
6. Los triunfadores varían las estrategias
En The Psychology of Achievement, Brian Tracy escribe acerca de cuatro millonarios
que hicieron su fortuna a los treinta y cinco años de edad. Invirtieron en un promedio de
diecisiete negocios antes de dar con el que los llevaría a la cima. Se mantuvieron probando
y buscando hasta que encontraron algo que sí funcionó.
Los triunfadores son proclives a variar sus estrategias. Esto es importante en cada esfera
de la vida, y no en la de los negocios solamente. Por ejemplo, si usted es un fanático de las
competencias atléticas sin duda que disfrutará viendo a los atletas compitiendo en la prueba
de salto alto. Siempre me asombra las alturas alcanzadas por hombres y mujeres en esta
prueba. Lo que es realmente interesante es que en la década de los 60, esta disciplina sufrió
un cambio radical de técnica que permitió a los atletas superar viejas marcas y establecer
nuevas mucho más ambiciosas.
La persona responsable para tales cambios fue Dick Fosbury. Mientras los atletas de
salto alto anteriores usaban el método de abalanzarse sobre la barra de frente, con un brazo
y una pierna adelante, Fosbury desarrolló una técnica que lo lanzaba de espaldas sobre la
barra. Se le llamó la caída Fosbury.
Desarrollar una nueva técnica para el salto alto era una cosa. Hacer que fuera aceptada
por los demás era otra. Fosbury recuerda: «Se me dijo una y otra vez que no tendría éxito,
que no sería competitiva y que sencillamente la técnica no funcionaría. Y todo lo que yo
hacía era sonreír y decir: “Ya lo veremos”».
Y la gente lo vio. En 1968, Fosbury ganó la medalla de oro en los juegos olímpicos de
México, superando la marca olímpica anterior y estableciendo una nueva marca mundial.
Desde entonces, casi todos los grandes saltadores del mundo usan su técnica. Para lograr
sus metas, Fosbury cambió su estrategia para el salto alto y con ello no permitió que la
gente se refiriera a él como un fracasado.
7. Los triunfadores siempre insisten
Todos los triunfadores tienen en común la habilidad de insistir después de un error,
falta, o fracaso. La sicóloga Simone Caruthers dice: «La vida es una serie de resultados. A
veces el resultado es lo que uno quiere. Grandioso. Piense en lo que hizo bien. A veces el
resultado es lo que usted no quería. Grandioso. Piense en lo que hizo y que no volverá a
hacer».4 Esa es la clave para intentarlo de nuevo.
Los triunfadores están siempre dispuestos a avanzar sin importar lo que ocurra. Y eso es
posible porque no olvidan que los fracasos no los convierten en personas fracasadas. Nadie
toma los errores como cosa personal. Esa es la forma para que usted no se considere un
fracasado.
ALGUIEN QUE REHUSÓ SER UN FRACASADO
Una de las mejores historias que he oído de alguien que rehusó tomar su fracaso como cosa
personal es la de Daniel «Rudy» Ruettinger, un niño que quería desesperadamente jugar
fútbol por la Universidad de Notre Dame. Es posible que usted haya visto la película Rudy
basada en su vida. Es una buena película, pero la historia real es mucho más excitante y
convincente.
El primero de cuatro hijos en una pobre familia obrera, Rudy amaba los deportes y creía
que eso podría permitirle salir de Joliet, Illinois. Cuando estaba en la secundaria, se dedicó
por entero al fútbol, pero su corazón era mucho más grande que su físico. Era lento, y con
sus cinco pies y seis pulgadas de alto y sus 190 libras no tenía exactamente lo que se
requería para ser un buen jugador.
EL SUEÑO DE RUDY
Cuando estaba en el último año de la secundaria, empezó a soñar en matricularse en la
Universidad de Notre Dame y jugar fútbol allí. Pero tenía otro problema que enfrentar. Sus
notas eran menos prometedoras que su físico. «Terminé tercero en mi clase», acostumbra
decir, «pero no de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba». Como estudiante era
malo. Se graduó de la secundaria con una nota promedio de 1,77 puntos.
En los años siguientes, Rudy cambió su interés de una cosa a otra. Durante un semestre
trató de asistir regularmente a clases, pero no lo consiguió. Se fue entonces a trabajar en la
planta eléctrica de Joliet, donde permaneció durante dos años. Aquel era el último trabajo
que habría querido hacer. Otros dos años los pasó en la Marina, experiencia que resultó
como un punto de cambio definitivo en su vida. Allí descubrió que no era tonto y que podía
manejar responsabilidades.
Después del servicio militar, volvió a Joliet y de nuevo a trabajar en la planta eléctrica.
A pesar de las críticas de su familia, sus amigos y compañeros de trabajo, estaba más
decidido que nunca a llegar a Notre Dame. Sabía que no era un fracasado de modo que
buscó la manera de alcanzar su sueño.
UNA JUGADA INTELIGENTE
Si usted vio la película, entonces sabrá que Rudy finalmente lo logró. Renunció a su
trabajo, se mudó a South Bend y se las arregló para ingresar al colegio universitario Holy
Cross que estaba afiliado a la universidad. Asistió al colegio universitario durante dos años
logrando un promedio por semestre de 4,0 antes que fuera aceptado en Notre Dame. A los
veintiséis años entró a la universidad de sus sueños, ocho años después de graduarse de
secundaria.
Le quedaban dos años para aspirar a ser un jugador, y se lanzó a intentarlo. Empezó
desde la posición más baja, pero trabajó con todo su empeño. Después de un año, empezó a
escalar hasta llegar a la cumbre. Su último año, trabajó duro nuevamente. Y en el juego
final de la temporada final, Rudy cumplió su sueño de jugar por la Universidad de Notre
Dame.
LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE RUDY
En la película, Rudy Ruettiger hace una sola jugada al final del partido. Pero eso no fue lo
que ocurrió en la realidad.
«En la vida real», dice Rudy, «tuve dos oportunidades. En la primera jugada, no llegué
a tiempo. Estaba tan ansioso que fallé». Pero de nuevo, Rudy no dejó que su fracaso hiciera
de él un fracasado. Estaba decidido a transformar el fracaso en victoria.
«Yo sabía que sería la última oportunidad que tendría», explica. «Cuando lanzaron el
balón, no me preocupé de fallar. Ya había hecho eso antes, y sabía por qué había fallado
aquella vez. Así fue como eliminé el miedo. Me mantuve aprendiendo hasta que tuve la
confianza que podría hacer lo que tenía que hacer cuando se presentara la oportunidad; de
modo que cuando lanzaron la bola por última vez, corrí repasando lo que tenía grabado en
la mente y pude detener al jugador contrario».
Llenos de júbilo, sus compañeros lo sacaron del estadio cargándolo sobre sus hombros.
Rudy dice que esta es la única vez que ocurre algo así a un jugador del equipo de fútbol de
Notre Dame.
Actualmente, Rudy es un conferenciante motivador. Y créalo o no, él fue la fuerza
detrás de la producción de la película Rudy. Por supuesto, no fue tarea fácil. Le tomó seis
años para verla hecha una realidad. (Dos años menos de los que le tomó llegar a Notre
Dame.)
En Hollywood le decían: «Tú no eres Paul Horning o Joe Montana». Y Rudy estaba
completamente de acuerdo.
«Hay solo uno como ellos», dice, «pero como yo hay millones».5
Y eso es lo grande en la historia de Rudy. Él no tiene las habilidades atléticas de un
Michael Jordan, ni el genio de un Mozart, de un Van Gogh, un Edison o un Einstein. Es
una persona común y corriente, como usted y como yo. La única razón para que sea un
triunfador en lugar de una persona del montón, es que se negó a dejar que los fracasos lo
abatieran. Aprendió que sin importar las veces que fracases, nada de eso puede hacer de ti
un fracasado.
Su tercer paso hacia el lado positivo del fracaso:
Elimine el «yo» de sus fracasos
Si usted ha venido creyendo que es un fracasado, es posible salir de ese patrón de
pensamiento negativo. Observe un aspecto de su vida donde ha fracasado repetidamente, y
haga lo siguiente:
• Examine sus expectativas para ese aspecto. Escríbalas. ¿Son realistas? ¿Espera
hacer todo en forma perfecta? ¿Espera tener éxito en el primer intento? ¿Cuántas
veces espera fallar antes de tener éxito? Haga un ajuste en sus expectativas.
• Busque nuevas formas de hacer su trabajo. Piense en por lo menos veinte nuevas
formas y luego intente con por lo menos la mitad de ellas.
• Observe sus posibilidades. ¿Cómo puede usar sus mejores habilidades y recursos
personales para sacarle el máximo provecho a su esfuerzo?
• Prométase no darse por vencido. No importa cuántas veces caiga, levántese y siga
adelante.
No espere hasta sentirse positivo para seguir avanzando. Genere dentro de usted mismo
el sentirse bien. Es la única manera de empezar a pensar más positivamente de uno mismo.
Pasos hacia el lado positivo del fracaso:
1. Reconozca que hay una gran diferencia entre las personas mediocres y las que triunfan.
2. Aprenda una nueva definición de fracaso.
3. Elimine el «yo» de sus fracasos.
4
Usted es demasiado viejo para llorar,
pero duele demasiado como para reír
El miedo hace realidad aquello a lo que uno le teme.
—VIKTOR FRANKL
Todos hemos oído de los hermanos Wright, aquellos mecánicos de bicicletas que fueron los
primeros en motorizar los vuelos en la primera parte del Siglo XX. Las circunstancias que
rodearon el primer vuelo de Orville y Wilbur Wright el 17 de diciembre de 1903
constituyen una historia interesante. (Es, sin duda, una historia que ilustra cómo
transformar los fracasos en victorias.) Pero lo que quizás usted no sepa es que antes de ese
día, los Wright, desconocidos y sin educación universitaria, no eran de ninguna manera
líderes en la aviación. Eran personas en las que nadie se fijaba mientras otra persona trataba
de poner el primer aeroplano en el aire.
Su nombre era Dr. Samuel P. Langley. Era un respetado ex profesor de matemáticas y
astronomía que por ese tiempo fungía como director de la «Smithsonian Institution».
Langley era un tremendo pensador, científico e inventor. Había publicado varios libros
importantes sobre aerodinámica y tenía la visión de lograr que el hombre volara. De hecho,
entre mediados y finales de los años de 1890, había hecho varios experimentos con grandes
modelos de aviones no tripulados y había logrado un alto grado de éxito.
COMISIONADO PARA TRIUNFAR
En 1898, Langley solicitó del Departamento de Guerra de los Estados Unidos fondos para
diseñar y construir un aeroplano que pudiera llevar a un hombre a bordo. Le dieron
cincuenta mil dólares, una cantidad importante para aquel tiempo. Langley se entregó
inmediatamente al trabajo. En 1901 probó con éxito una nave no tripulada que usaba
gasolina y que era más pesada que el aire. Era la primera vez en la historia que ocurría tal
cosa. Y cuando consiguió los servicios de Charles Manley, un ingeniero para construir un
poderoso y nuevo motor liviano basado en los diseños de Stephen Balzar, su éxito parecía
inevitable.
El 8 de octubre de 1903 Langley esperaba que sus años de trabajo rindieran sus frutos.
Con periodistas y curiosos como testigos, Charles Manley, vistiendo una chaqueta
acolchada, caminó a grandes zancadas por la cubierta de una casa flotante modificada y
saltó al asiento del piloto de una nave llamada el Great Aerodrome. El aparato motorizado
fue instalado sobre una especie de catapulta especialmente construida y diseñada para dar el
impulso inicial al Aerodrome. Pero cuando intentaron su lanzamiento, parte del Aerodrome
quedó enganchada en la plataforma y el biplano se hundió en más de cinco metros de agua
a menos de cuarenta metros de la casa flotante.
La crítica fue despiadada con Langley. El New York Times, por ejemplo, publicó lo
siguiente:
No fue una sorpresa el ridículo fiasco de la máquina voladora de Langley al intentar una
navegación aérea. La máquina voladora que realmente llegue a volar deberá ser
desarrollada por esfuerzos combinados y continuos de matemáticos y mecánicos [sic] en
entre uno y diez millones de años … Sin duda que para quienes se interesan, el problema no
deja de tener su atractivo, pero para el hombre ordinario pareciera que los esfuerzos
deberían dedicarse a algo más útil.1
FRENTE AL FRACASO
Al principio, Langley no dejó que el fracaso o las críticas que lo acompañaron lo
desalentaran. Ocho semanas más tarde, en el mes de diciembre, él y Manley estaban listos
para intentarlo de nuevo. Habían hecho numerosas modificaciones al Aerodrome y una vez
más Manley saltó a la cabina desde la cubierta de la casa flotante, listo para hacer historia.
Pero como la vez anterior, se produjo el desastre. Esta vez el cable que afirmaba las alas se
rompió al momento que el aeroplano era lanzado. Este quedó atascado de nuevo en el riel
de lanzamiento y la inercia lo hizo sumergirse en el río. Manley estuvo a punto de perder la
vida.
De nuevo las críticas fueron terribles. A su Great Aerodrome le pusieron «la locura de
Langley» y Langley mismo fue acusado de malgastar los fondos públicos. El New York
Times comentó: «Esperamos que el profesor Langley no seguirá poniendo su sustancial
grandeza como científico en continuar malgastando su tiempo y el dinero envuelto en más
experimentos con aeronaves».2 No siguió.
Más tarde, Langley diría: «He logrado lo que me proponía, demostrar lo práctico de los
vuelos mecánicos. Para la etapa siguiente, que es el desarrollo comercial y práctico de la
idea, es probable que el mundo busque a otros». En otras palabras, Langley se estaba dando
por vencido. Derrotado y desmoralizado había abandonado su trabajo de décadas por tratar
de volar sin haber visto jamás uno de sus aviones piloteado surcando los aires. Solo días
más tarde, Orville y Wilbur Wright, sin educación, desconocidos y sin recursos, volaron su
«Flyer I» sobre las dunas arenosas de Kitty Hawk, Carolina del Norte.
DOS PERSPECTIVAS
El escritor J. I. Packer dice: «Un momento de triunfo consciente hace que uno sienta que
después de esto nada realmente importa; un momento de desastre consciente lo hace a uno
sentir que es el fin de todo. Pero ni el sentimiento es real ni el suceso es lo que pareciera
ser».
Los hermanos Wright no se durmieron en los laureles. La emoción de lo logrado aquel
día de diciembre de 1903 no los hizo creer que ya estaba todo hecho. Al contrario,
siguieron experimentando y trabajando, y finalmente el público reconoció sus triunfos. En
contraste, Langley dejó que su momento de desastre lo hiciera pensar que ese era el fin.
Abandonó sus experimentos. Dos años más tarde sufrió un derrame y un año después
falleció. Y hoy día, cuando aun los niños de los primeros grados de la escuela han oído de
los hermanos Wright, Langley es recordado solo por sus relativamente pocos fiascos en el
campo de la aviación.
CUANDO EL FRACASO ATACA EL CORAZÓN
Lo que le pasó a Samuel Langley ocurre en la vida de demasiadas personas en el día de
hoy. Dejan que los fracasos afecten emocionalmente lo mejor de ellos y les impida seguir
esforzándose por alcanzar sus sueños.
El primer paso realmente importante en
controlar el fracaso es aprender a no
personalizarlo.
Digámoslo de una vez. El fracaso puede ser muy doloroso, a veces física y, con más
frecuencia, emocionalmente. Ver irse al suelo parte de su visión realmente duele. Y si por
sobre eso la gente lo ridiculiza, usted se sentirá aun peor. El primer paso realmente
importante en controlar el fracaso es aprender a no personalizarlo sobre la base de saber
que su fracaso no lo hace a usted un fracasado. Pero hay aun más que eso. Para muchas
personas el dolor del fracaso las lleva a temer el fracaso. Y llegan a ser como aquella
persona que dice: «Soy demasiado viejo para llorar, pero el dolor es muy grande como para
reír». Así es como muchas personas se quedan atrapadas en el ciclo del miedo. Y si el
miedo lo vence a usted, es casi imposible transformar los fracasos en triunfos.
UN CICLO QUE USTED NO QUERRÁ EXPERIMENTAR
Observe lo que típicamente le ocurre a alguien que no puede vencer el temor del fracaso y
queda atrapado en el ciclo del miedo.
Experiencias negativas previas hacen que la persona desarrolle un temor al fracaso que
da inicio al ciclo. Por ejemplo, digamos que alguien que experimentó el fracaso fue un niño
que trató de vender confites puerta a puerta para reunir dinero para su escuela. Cuando
adulto, ese niño se encuentra en una situación que parece similar, y teme fracasar de nuevo.
Sea que se trate de un vendedor que necesita hacer llamadas a los clientes o de un pastor
con la misión de visitar personas en sus hogares, aquel fracaso de la infancia puede generar
temor. El temor al rechazo crea inacción. Y al no actuar, la persona no adquiere experiencia
en tal situación, que es la clave para aprender y vencer obstáculos futuros. La falta de
experiencia crea la incapacidad de desenvolverse en situaciones similares. Y eso,
finalmente, crea y aumenta el temor. Mientras más tiempo se mantiene el miedo, más difícil
será romper el ciclo.
EL MIEDO AL FRACASO DETIENE LOS ESFUERZOS POR
SALIR ADELANTE
La inacción que resulta cuando las personas caen en el ciclo del temor toma diversas
formas. A continuación tres de las más comunes que he observado:
1. Parálisis
Para algunas personas, el temor al fracaso provoca una parálisis casi absoluta. Dejan de
tratar de hacer cualquier cosa que pueda llevarles al fracaso. El presidente Harry S. Truman
dijo: «El peor peligro que podemos enfrentar es el de paralizarnos por las dudas y temores.
Este peligro es provocado por los que abandonan la fe y se burlan de la esperanza. Es
provocado por los que difunden el cinismo y la desconfianza y tratan de negarnos la gran
oportunidad de hacer el bien por los demás». La gente cuyo miedo los paraliza renuncia a
toda esperanza de salir adelante.
2. Indecisión
Otras personas mantienen la esperanza de superar los fracasos pero nunca se deciden a
hacerlo. Alguien llamó a la indecisión el abono que hace crecer las dificultades. Víctor
Kiam lo expresó en una forma más categórica; él la llamó el asesino natural de las
oportunidades.
La indecisión le roba a la persona su tiempo, su productividad y su potencial. Como
dijo el presidente John F. Kennedy: «Todo plan de acción tiene sus riesgos y su costo, pero
no tienen punto de comparación con los riesgos y costos de una cómoda inacción». La
indecisión es un precio demasiado alto a pagar por temor al fracaso.
3. Falta de propósito
Tom Peters, coautor de In Search of Excellence, dice que no hay nada más inútil que
alguien que llega al fin del día y se felicita, diciendo: «Bien, pasé el día sin ningún
contratiempo». Es lo que hacen muchas personas que le tienen miedo al fracaso. En lugar
de ir tras objetivos dignos, evitan el dolor de cometer errores. Y en medio de ese transcurrir
pierden de vista cualquier sentido de propósito que alguna vez pudieron haber tenido.
Al tenerle miedo al fracaso y a la inactividad que esto produce, una persona en el ciclo
del miedo exhibe efectos colaterales negativos adicionales:
• Autocompasión. Siente pena de sí misma. Y a medida que el tiempo pasa, va
asumiendo menos responsabilidad por su inactividad y empieza a pensar de ella
como una víctima.
• Excusas. Una persona puede caer varias veces pero no será un fracasado sino hasta
cuando diga que alguien lo empujó. De hecho, la persona que comete una falta y
luego se excusa, está añadiendo una segunda falta a la primera. Se puede romper el
ciclo del miedo cuando se asume personalmente responsabilidad por la inacción.
• Energía desperdiciada. El miedo está dividiendo constantemente la mente y
haciendo que una persona pierda el enfoque. Si va en demasiadas direcciones a la
vez, no va a llegar a ninguna parte. Se le puede comparar al conductor que aprieta el
acelerador con el automóvil en neutro.
• Desesperanza. Si se les deja desarrollarse tranquilamente, el miedo y la inacción
continuos roban la esperanza. El poeta Henry Wadsworth Longfellow describió esta
situación así: «La declinación de una gran esperanza es como la declinación del sol.
Se va el brillo de nuestra vida».
ROMPER EL CICLO
A menudo la gente que quiere salir del ciclo del miedo pasa tiempo sintiéndose culpable
por su incapacidad de cambiar. Pero una de las razones para estar atrapados en el ciclo del
miedo es que concentran su energía en la parte equivocada del mismo. Como saben que
algo que mantiene activo el ciclo es su miedo, creen que tienen que eliminarlo para salir de
este. Pero la gran mayoría de las personas no pueden hacerlo. No se puede evitar tener
miedo. Ninguna poción mágica lo va a hacer irse. Y no se puede esperar estar motivado
para seguir adelante. Para conquistar el miedo, la persona tiene que sentirlo y aun así,
actuar.
Hace algunos años, mientras permanecía sentado en la silla de la sala de espera del
médico, fijé mi vista en unos párrafos de una revista médica que describen la batalla que se
debe llevar a cabo:
Casi a diario oímos decir: cuidado, cuidado, cuidado.
Veo que me cuesta motivarme para … [perder peso, controlarme el nivel de azúcar en la
sangre, etc.] Y oímos igual número de advertencias de educadores en materia de diabetes
que no logran motivar a sus pacientes para que hagan las cosas correctas para controlar su
diabetes y el cuidado de su salud.
Tenemos algo que decirle. La motivación no se va a producir de repente, como cuando se
enciende una luz. Y la motivación no es algo que alguna otra persona, enfermera, médico,
un familiar, pueda concederle o forzar en usted. Toda la idea de motivación es una trampa.
Olvídese de la motivación. Solo hágalo. Haga ejercicios, pierda peso, controle el azúcar en
la sangre o lo que sea. Hágalo sin motivación y luego, adivine qué. Después que usted
empiece a hacer cosas, entonces es cuando aparece la motivación y hace que le resulte más
fácil seguir haciendo lo que empezó.
La motivación es como el amor y la felicidad. Es un subproducto. Cuando usted está
activamente involucrado en hacer algo, ella se desliza y se mete en usted cuando menos lo
espera.
Como dice Jerome Brunner, sicólogo de Harvard: «Es más fácil que usted active a sus
sentimientos, que estos lo hagan entrar en acción». ¡De modo que actúe! Sea lo que sea que
tenga que hacer, hágalo.
EMPIECE A MOVERSE, IMPÚLSESE,
COMETA ERRORES, SIGA ADELANTE
El dramaturgo George Bernard Shaw afirmó: «Una vida usada cometiendo errores no solo
es más honorable, sino que es más útil que una vida usada no haciendo nada». Para derrotar
el miedo y romper el ciclo, hay que estar dispuesto a reconocer que va a ser necesario pasar
gran parte de la vida cometiendo errores. Lo malo es que si la persona ha estado inactiva
por demasiado tiempo, echar a andar le será difícil. Lo bueno es que tan pronto como
empiece a caminar, le será cada vez más fácil seguir.
Si usted puede entrar en acción y se mantiene cometiendo errores, estará ganando
experiencia. (Esta es la razón por la que el presidente Theodoro Roosevelt dijo: «No
progresa quien no comete errores».) Esta experiencia producirá competencia, y la persona
cometerá menos errores. Como resultado, su miedo será menos paralizante. Pero todo el
proceso de romper el ciclo comienza con la acción. Uno debe empezar a actuar hasta sentir,
y no esperar a sentir emociones positivas para entonces ponerse en acción.
Es más fácil que usted movilice a sus
sentimientos, que estos lo hagan entrar en
acción.
—JEROME BRUNER
Una parábola africana capta muy bien esta idea:
Cada mañana en África, una gacela se despierta. Sabe que tiene que correr más rápido que
el león, porque si no, morirá. Cada mañana un león se despierta. Sabe que tiene que superar
en velocidad a la gacela porque si no, se morirá de hambre.
No es cuestión de si usted es león o gacela. Cuando el sol alumbre, es mejor que eche a
correr.
Si para usted siempre ha sido difícil transformar sus fracasos en victorias, entonces
tiene que empezar a moverse. No tiene importancia lo que lo haya detenido o por cuánto
tiempo se mantuvo inactivo. La única manera de romper el ciclo es enfrentar su miedo y
entrar en acción, aun cuando esto parezca pequeño o insignificante.
A VECES HASTA LOS MEJORES CAEN
Mucha gente sin éxito cae en el ciclo del miedo. Pero lo mismo ocurre con las personas
altamente exitosas. Por ejemplo, cuando se observa la vida del compositor George
Frederick Händel, se puede ver a una persona exitosa que se encontró en una situación de la
que necesitaba desesperadamente salir.
Händel fue un músico prodigioso. Aunque su padre quería que estudiara leyes, él se
dedicó a la música desde una edad muy temprana. A los diecisiete años, consiguió el puesto
de organista en la catedral en Halle, su ciudad natal. Un año después, fue violinista y
clavicembalista en la casa de la ópera del káiser en Hamburgo. Cuando tenía veintiún años,
fue un virtuoso del teclado. Cuando empezó a componer, ganó inmediata fama y pronto fue
nombrado director de la capilla de la corte del elector de Hanover (posteriormente rey Jorge
I de Inglaterra). Cuando se mudó a Inglaterra, su renombre aumentó. Cuando tenía cuarenta
años, ya era famoso mundialmente.
UN REVÉS DE LA FORTUNA
A pesar de su talento y fama, Händel enfrentó una considerable adversidad. La competencia
con compositores ingleses rivales fue dura. El público era veleidoso y a veces no acudía a
sus presentaciones. Además de eso, fue víctima frecuente del cambio de los vientos
políticos de esos tiempos. Varias veces se encontró sin un centavo en los bolsillos y al
borde de la bancarrota. Era difícil para él dominar el dolor que le provocaban el rechazo y
los fracasos, especialmente después de un pasado tan próximo y tan exitoso.
Luego sus problemas se complicaron por el quebrantamiento de su salud. Sufrió un
derrame que lo dejó con su brazo derecho sin movimiento lo que significó la pérdida del
uso de cuatro dedos de su mano derecha. Aunque se recuperó, quedó abatido. En 1741,
decidió que era el tiempo de retirarse, aun cuando solo tenía cincuenta y seis años. Se sentía
desanimado, miserable y lleno de deudas. Creía que sus acreedores lo mandarían a prisión.
El 8 de abril de ese mismo año, ofreció lo que se interpretó como su concierto de
despedida. Triste y lleno de autocompasión, se dio por vencido.
LA INSPIRACIÓN PARA SEGUIR ADELANTE
Pero en agosto de ese año, algo increíble ocurrió. Un amigo acaudalado llamado Charles
Jennings visitó a Händel y le entregó un libreto basado en la vida de Cristo. La obra intrigó
a Händel lo suficiente como para ponerlo en acción. Empezó a escribir. E inmediatamente
se le abrieron las compuertas de la inspiración. Su ciclo de inactividad había sido roto.
Durante veintiún días, escribió casi sin parar. Luego pasó otros dos días trabajando en la
orquestación. En veinticuatro días, completó el manuscrito de doscientos sesenta páginas.
Llamó a esa obra El Mesías.
Hoy día, El Mesías de Händel es considerado una obra maestra y la culminación del
trabajo del compositor. De hecho, Sir Newman Flower, uno de los biógrafos de Händel,
dijo de la preparación de El Mesías: «Considerando la inmensidad de la obra y el corto
tiempo que usó, quedará, quizás para siempre, como la más grande proeza en toda la
historia de la composición musical».3
Cuando se han logrado vencer los dolores emocionales del fracaso, no importa mucho
cuán buena o mala sea su historia personal. La única cosa que importa es que usted enfrentó
a su miedo y logró ponerse en actividad. Haga eso y se estará dando la oportunidad de
aprender cómo dar con el lado positivo del fracaso.
Su cuarto paso hacia el lado positivo del fracaso:
Entre en acción y reduzca su miedo
¿A qué objetivo esencial para su éxito teme enfrentar más en este momento? Escríbalo
aquí:
La única forma de mantenerse avanzando es enfrentar el miedo y ponerse a caminar.
Anote a continuación todos sus miedos asociados con la actividad:
Examine su lista y acepte el hecho que usted tiene miedo. Decida qué primer paso
puede dar para empezar a moverse en su intento de alcanzar tal objetivo. No importa si es
pequeño o grande. Solo hágalo. Si fracasa, inténtelo de nuevo. Siga intentando dar el primer
paso. Luego decida cuál es el siguiente paso.
Recuerde, es casi imposible poner en acción sus sentimientos. Póngase en acción usted
y sus sentimientos seguirán su ejemplo. La única manera de vencer el miedo es entrando en
acción.
Pasos para encontrar el lado positivo del fracaso:
1. Reconozca que hay una gran diferencia entre las personas mediocres y las que triunfan.
2. Aprenda una nueva definición de fracaso.
3. Elimine el «yo» de sus fracasos.
4. Entre en acción y reduzca su miedo

5

No hay comentarios:

Publicar un comentario